El aprendizaje de Agustín


Había una vez un pequeño niño llamado Agustín, que vivía en medio de la selva rodeado de muchos animalitos.

Agustín era un niño muy especial, tenía autismo y le costaba comunicarse con las personas, pero con los animales se entendía perfectamente. Agustín pasaba sus días jugando con los animalitos y ayudándolos en lo que necesitaban.

Por ejemplo, a las ardillas les ayudaba a recolectar nueces para el invierno; a los pájaros les construía nidos seguros para proteger sus huevos; y a los monos les enseñaba cómo hacer equilibrio en las ramas de los árboles. Un día, mientras caminaba por el bosque, Agustín encontró una caja llena de letras del alfabeto.

Intrigado por ellas, decidió llevárselas consigo y empezar a jugar con ellas junto a sus amigos animales. "¡Miren chicos! -dijo Agustín emocionado-, tengo aquí todas las letras del abecedario. ¿Qué podemos hacer con ellas?""Podemos enseñarte cómo formar palabras", dijo la jirafa.

"O podemos usarlas para nombrar todos los animales del bosque", agregó el zorro. Así fue como Agustín comenzó su aventura aprendiendo nuevas palabras gracias al alfabeto y junto a sus amigos animales.

Cada día descubrían nuevas palabras juntos y se divertían mucho jugando con ellas. Pero un día todo cambió cuando llegaron unos cazadores furtivos al bosque. Ellos querían capturar algunos animales para venderlos en el mercado negro. Los animalitos estaban muy asustados y no sabían qué hacer.

Agustín, con su astucia y valentía, ideó un plan para ayudar a sus amigos. Con las letras del alfabeto formaron carteles de advertencia que colocaron en los árboles para alertar a todos los animales del peligro que se avecinaba.

Los cazadores se dieron cuenta de que habían sido descubiertos y huyeron del bosque. Los animalitos estaban tan agradecidos con Agustín por haberlos salvado que decidieron hacerle una fiesta en su honor. "¡Gracias Agustín! -dijo la jirafa-.

Gracias por ser nuestro amigo y protegernos". "Sí, gracias por enseñarnos tantas palabras nuevas", agregó el zorro. Agustín sonrió feliz mientras disfrutaba de la fiesta junto a sus amigos animales.

Había aprendido mucho desde que encontró las letras del alfabeto, pero lo más importante era haber descubierto el valor de la amistad y el poder de trabajar juntos para superar cualquier obstáculo.

Desde ese día en adelante, Agustin siguió jugando con sus amigos animales y aprendiendo cada vez más palabras nuevas gracias al alfabeto. Y aunque nunca dejó de tener autismo, nunca volvió a sentirse solo porque sabía que siempre tendría amigos fieles al lado suyo.

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