El Árbol Amigo



En un rincón de la India, donde la tierra se tiñó de colores vibrantes, un árbol llamado Bodhi creció fuerte y majestuoso. Con su sombra generosa, se convirtió en el refugio favorito de los niños del pueblo. Cada día, después de la escuela, se reunían bajo sus ramas para jugar y compartir historias.

Un día, mientras los niños jugaban, escucharon un susurro entre las hojas.

-Bodhi, ¿puedes hablarnos? - preguntó Anya, la más curiosa del grupo.

-Sí, pequeños, soy yo - respondió Bodhi con voz suave -. Siempre he estado aquí, observándolos y cuidando de ustedes.

Los niños estaban fascinados.

-¡Wow! - exclamó Rohan. - ¡Nunca conocimos a un árbol que hablara!

-¿Qué más puedes hacer? - preguntó Maya, emocionada.

-Bueno, puedo contarles historias y enseñarles sobre la naturaleza. Hoy, con la sequía que llega, necesito que me escuchen y ayuden.

-¿Cómo podemos ayudarte? - interrumpió Samir.

Bodhi les explicó que había una sequía inminente, y que sus raíces profundas buscaban agua, pero necesitaban la ayuda de los niños para proteger el bosque.

-Los árboles, las plantas y los animales dependen de ese agua - dijo Bodhi - y yo confío en ustedes.

Los niños se miraron intrigados.

-¡Claro que lo haremos! - aseguró Anya entusiasmada. - Pero, ¿cómo?

-Bodhi sonrió. - Deben aprender a cuidar el agua y a plantar más árboles. Hoy comenzaremos un jardín.

Con el apoyo de Bodhi, los niños empezaron a aprender sobre la importancia de cada gota de agua. Con entusiasmo, comenzaron a recoger semillas de frutas que Bodhi había compartido.

-¿Podremos hacer crecer tu familia? - preguntó Rohan.

-Sí, y sus frutos serán dulces y nutritivos. Cada árbol que planten ayudará a que más agua se mantenga en el suelo.

Los días se convirtieron en semanas, y los niños trabajaron incansablemente. Plantaron árboles y cuidaron del jardín, cada día más felices al ver cómo crecía la vida a su alrededor. Pero sucedió algo inesperado, un gran viento comenzó a soplar y llevó consigo muchas semillas fuera del jardín.

-¡Bodhi! - gritaron asustados, - algunas semillas se están perdiendo.

-¡No se preocupen! - les dijo Bodhi. - La naturaleza tiene su forma de trabajar. Algunas semillas encontrarán un nuevo hogar y crecerán también.

Y así fue. Con el paso del tiempo, donde antes había desierto, ahora había pequeños árboles brotando por doquier. Los niños aprendieron a cuidar el entorno y a valorar cada árbol que crecía.

-¡Miren, Bodhi! - exclamó Maya una mañana. - ¡Ya tenemos varios árboles en nuestro jardín!

-Bien hecho, pequeños. Recuerden, cada árbol que cuidan es una vida que se transforma.

Pasaron los años, y el pueblo dejó de sufrir por la sequía. Agradecidos por lo que habían aprendido, cada año tenían un festival en honor a Bodhi, el árbol que les enseñó a ser guardianes de la tierra.

-¡Gracias, Bodhi! - gritaban todos, cada vez que se reunían a su sombra. - Gracias por ser nuestro amigo y por convertirnos en amiguitos de la naturaleza.

-Bodhi sonreía contento, sabiendo que había cumplido su misión de enseñar, y que el amor que había compartido ahora florecía en cada rincón del pueblo.

Y así, un pequeño rincón de la India se convirtió en un lugar próspero, donde cada niño aprendió que el amor y la naturaleza pueden crecer, florecer y mantenerse fuertes, siempre que se cuiden mutuamente.

FIN.

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