El árbol Copache y el bosque encantado
En un hermoso bosque lleno de vida, donde los pájaros cantaban y los ríos susurraban, se alzaba un majestuoso árbol llamado Copache. Era un árbol maduro y sabio, con hojas brillantes y un tronco robusto que había visto pasar muchas estaciones. Sin embargo, Copache era un árbol solitario, ya que los animales del bosque lo respetaban, pero no se acercaban a él.
Un día, mientras Copache se mecía con el viento, escuchó un llanto suave. Se inclinó un poco y vio a una pequeña ardilla llamada Lila sentada en el suelo, con su pelaje esponjoso arrugado de tristeza.
- ¿Por qué lloras, pequeña? - preguntó Copache con su voz profunda y resonante.
- Porque he perdido a mi mamá y no sé cómo encontrarla - sollozó Lila.
Copache se sintió conmovido. Recordaba sus días de juventud, cuando él mismo había sido un pequeño brote buscando su lugar en el mundo.
- No te preocupes, te ayudaré a encontrarla - dijo Copache. - ¿Sabes dónde la viste por última vez?
- Jugueteamos cerca del gran arroyo, pero luego nos separamos - explicó Lila, con sus ojos llenos de esperanza.
- Entonces, vamos hacia allí - sugirió Copache.
Con la ayuda de algunas ramas largas que se extendían desde su copas, Copache guió a Lila hacia el arroyo. En el camino, tuvieron que atravesar un espeso matorral donde vivía un grupo de traviesos conejos.
- ¡Hey! ¿Han visto a la mamá de Lila? - preguntó Copache.
- No, pero ¿podrían jugar con nosotros en lugar de ir tan rápido? - gritaron los conejos.
- Ahora no es un buen momento para jugar - respondió Lila, un poco molesta. - Estoy buscando a mi mamá.
Los conejos, al ver la tristeza de Lila, decidieron ayudar y formaron una cadena de saltos, buscando por todo el bosque. Se sumaron, entonces, loros multicolores, ciervos curiosos y hasta un oso amable llamado Bruno, quien con su gran tamaño se transformó en un brillante guía.
- ¡Vamos a encontrarla! - animó Bruno. - ¡No queda nadie atrás!
Tras buscar y buscar por un buen rato, escucharon un eco lejano de un suave murmullo que les sonaba familiar. Copache se detuvo y pidió silencio.
- ¡Escuchen! - dijo. - Creo que viene del arroyo.
Todos prestaron atención y, efectivamente, el murmullo resonante se convirtió en un llamado desesperado:
- ¡Lila! ¡Lila! ¡Ven aquí!
Lila dio un salto de alegría. - ¡Es mi mamá! - gritó corriendo hacia el sonido, seguida por todos los animales.
Y allí estaba, la mamá ardilla, asustada pero aliviada de ver a su pequeña con vida.
- ¡Estaba tan preocupada! - exclamó la mamá ardilla, envolviendo a Lila en un abrazo tierno. - ¡Gracias, amigo árbol, por ayudar a mi hija!
- No he hecho más que lo que cualquier amigo haría - respondió Copache, sintiéndose feliz.
Así fue como, poco a poco, los animales del bosque empezaron a ver a Copache de una manera diferente. Cada vez que un animalito necesitaba ayuda, buscaban a Copache, quien siempre estaba allí, guiando y aconsejando con su sabiduría.
A medida que pasaban las estaciones, el bosque también enfrentó retos. Una tormenta fuerte se desató, y muchos animales se encontraron en peligro. Sin pensarlo, Copache se arqueó con sus ramas más bajas, creando un refugio para que las pequeñas criaturas se resguardaran de la lluvia y el viento.
Un día, un grupo de leñadores llegó al bosque, armados con hachas. Todos los animales temieron que su hogar fuera destruido. Lila, ahora una ardilla valiente, corrió hacia Copache y le dijo:
- ¡Tenemos que hacer algo! ¡Los leñadores han venido a cortar el bosque!
Y así, Copache propuso un plan.
- Es hora de que muestre a los leñadores lo que este bosque significa para todos nosotros - murmuró. - Juntos enviaremos un mensaje.
Los animales se unieron. Juntos, prepararon un espectáculo maravilloso. Llamaron a los pájaros para que hicieran sus mejores cantos, a las abejas para que danzaran y a los ciervos para hacer una coreografía en la pradera. Cuando los leñadores llegaron, se encontraron con una escena mágica que los dejó atónitos.
- ¿Quién ha organizado todo esto? - preguntó uno de los leñadores, perplejo.
- Somos los guardianes de este bosque - respondió Lila, temblando un poco de nervios, pero sosteniendo su cabeza alta. - Nos has hecho sentir miedo, pero somos un hogar aquí, y necesitamos que lo respetes.
Los leñadores, conmovidos por la valentía de los animales y la sabiduría de Copache, decidieron no talar el bosque. En su lugar, prometieron protegerlo y cuidarlo. Desde ese día, Pyrenees descubrió que el bosque poseía un encanto especial, gracias a un antiguo árbol llamado Copache, que ahora debía ser el guardián de todos los seres que vivían allí.
Copache sonrió para sí mismo, sintiéndose más fuerte y lleno de vida. Y así, con el tiempo, todos comprendieron que cada uno de ellos tenía su papel en la protección del bosque, y juntos, siempre serían más fuertes.
Desde entonces, el bosque floreció como nunca. Los animales vivieron en armonía, y el árbol Copache, con su sabiduría infinita, se convirtió en el verdadero guardián del bosque, protegiendo su hogar y enseñando a todos sobre el amor y la responsabilidad por la naturaleza.
FIN.