El Árbol de la Amistad
Vida era un niño curioso y lleno de energía. Desde que empezó el preescolar, le encantaba jugar y correr con sus compañeros. Un día, mientras jugaba en el patio, una niña le retó a subir a un árbol y saltar. Decidido a impresionarla, Vida trepó el árbol, pero al llegar a la rama más alta, se desequilibró y cayó al suelo. Se lastimó un brazo y sintió una gran tristeza. Se sentía solo y desanimado. No tenía con quién hablar y se había lastimado por tratar de impresionar a los demás. Al día siguiente, aún con el brazo vendado, se acercó a la misma niña y le dijo:
- Hola, me llamo Vida. Siento mucho que me haya caído del árbol, pero me alegra conocerte.
La niña lo miró sorprendida y luego le sonrió. Desde ese día, Vida y la niña se convirtieron en amigos inseparables. Juntos descubrieron nuevas aventuras, compartieron risas y aprendieron a cuidarse el uno al otro. A medida que pasaban los días, Vida se dio cuenta de que la verdadera amistad no se basaba en impresionar a los demás, sino en ser auténtico y compartir experiencias genuinas. Aprendió a valorar el compañerismo y la confianza. Ahora, Vida se sentía feliz y seguro en su nueva amistad, y sabía que podía enfrentar cualquier desafío con el apoyo de su amiga.
Meses después, cuando Vida y su amiga se graduaron del preescolar, subieron juntos a un árbol, pero esta vez lo hicieron por diversión, disfrutando la vista desde las alturas sin presiones ni miedos. Vida entendió que la amistad verdadera era como un árbol fuerte, que crece con cuidado, paciencia y cariño.
FIN.