El Árbol de la Amistad
Había una vez en una pequeña ciudad de Argentina, un hermoso parque lleno de árboles, flores y risas de niños que jugaban. En este parque había un árbol muy especial llamado el "Árbol de la Amistad". Este árbol tenía la capacidad de escuchar y conversar con los niños, dándoles consejos sobre la vida.
Un día, un grupo de niños, Sofía, Lucas y Mateo, estaban jugando cerca del árbol, pero notaron que algo extraño pasaba. Sofía se veía triste y preocupada.
"¿Qué te pasa, Sofi?" - preguntó Lucas.
"Es que en casa a veces me gritan y me dicen cosas feas... No entiendo por qué" - respondió Sofía con una voz temblorosa.
Mateo se acercó y le dio un abrazo.
"No te preocupes, todos merecemos ser tratados con cariño. Vamos a preguntarle al Árbol de la Amistad, tal vez él tenga algo que decirnos".
Se acercaron al árbol y, al verlo, Sofía le dijo:
"Árbol sabio, ¿por qué algunas personas gritan y son malas con otras?"
El Árbol de la Amistad suspiró y les respondió con su voz suave:
"Queridos niños, a veces, las personas que gritan y lastiman a otros lo hacen porque están teniendo un mal día o porque no saben cómo expresarse. Eso no está bien y nadie debería sentir miedo en su hogar".
"¿Qué podemos hacer para que eso no pase?" - preguntó Lucas.
"La clave está en hablar. Hablar con amabilidad y sinceridad. También puedes decirles a un adulto de confianza cómo te sientes. Nadie tiene que vivir con miedo" - explicó el Árbol.
Mateo, que siempre había sido un excelente comunicador, sugirió:
"Podemos hacer una carta o incluso dibujar algo lindo para mostrarle a nuestros padres cómo nos sentimos. A veces, las palabras son más fáciles de entender cuando las ponemos en imágenes".
Sofía se iluminó.
"¡Eso es brillante! A lo mejor mis papás no se dan cuenta de cómo me hacen sentir y pueden aprender a hablarme de otra manera".
Y así, los tres amigos decidieron hacer una tarde de arte. Unieron sus fuerzas y empezaron a crear dibujos y cartas llenas de colores, expresando sus sentimientos y cómo les gustaría ser tratados.
Al día siguiente, Sofía llevó su dibujo a casa. Aunque dudaba, se armó de valor y fue a mostrarle a su mamá.
"Mamá, tengo algo que mostrarte" - dijo Sofía con un hilo de voz. Allí estaba su dibujo, con un sol sonriente y nubes felices.
"¿Qué significa esto, Sofi?" - preguntó su mamá.
"Quiero que nuestra casa sea un lugar feliz. A veces me siento triste cuando me gritan, y me gustaría que pudiéramos hablar y resolverlo juntos".
La mamá de Sofía observó el dibujo y sintió que algo había cambiado en su interior.
"No sabía que te sentías así, Sofi. Lo siento mucho. Haremos un esfuerzo para hablar más y tratar de ser más amables, ¿de acuerdo?"
"De acuerdo" - respondió Sofía sonriendo.
Con el tiempo, la mamá de Sofía hizo cambios, y su hogar se convirtió en un lugar donde reinaba la armonía y el cariño. Sofía se dio cuenta que había hecho una gran diferencia simplemente hablando y compartiendo sus sentimientos.
Un día, los amigos se reunieron de nuevo en el parque.
"¿Vieron lo que pasó con Sofía?" - dijo Mateo.
"Sí, ¡es increíble!" - contestó Lucas.
"Podemos ayudar a más niños a que también hablen sobre sus sentimientos. Aunque a veces tengan miedo, siempre hay forma de cambiar las cosas" - concluyó Sofía con una sonrisa.
Decidieron hacer una gran pancarta para colgar en el parque. Decía: "¡Habla, comparte y cuida!" Los niños se unieron para ayudar a otros, enseñándoles a comunicarse y a buscar apoyo cuando las cosas no estaban bien.
Y así, gracias a la valentía de una niña y el consejo del Árbol de la Amistad, el parque se llenó de amor, amistad y comunicación. Nadie volvió a sentirse solo ni triste, porque siempre había un espacio para hablar.
El Árbol de la Amistad sonrió desde su rincón, sabiendo que la amistad y la comprensión siempre prevalecen.
FIN.