El Árbol de la Amistad
En un bosque lleno de colores y vida, donde los pajaritos cantaban y los animales corrían libres, había un enorme árbol de Navidad que sobresalía por su majestuosidad. Cada año, todos los animales del bosque se reunían alrededor de él para celebrar la Navidad.
En esta ocasión, todos estaban emocionados por la fiesta, excepto un pequeño zorro llamado Lucas. Lucas había estado muy ocupado recolectando alimentos para el invierno y no había tenido tiempo de disfrutar con sus amigos.
El día de la celebración, los animales comenzaron a adornar el árbol con ramas verdes, flores de colores y luces brillantes hechas de luciérnagas.
"¡Miren cómo brilla el árbol!" exclamó Clara, la ardilla.
"¡Es hermoso! Espero que todos puedan venir a disfrutar de la fiesta esta noche", dijo Tomás, el ciervo, mientras colocaba una estrella en la cima del árbol.
Lucas observaba desde la distancia, sintiéndose triste porque no podía ayudar como los demás. Decidió acercarse y, aunque no prestaron atención a su llegada, escuchó:
"La fiesta va a ser increíble. ¡Vamos a compartir regalos y comida deliciosa!" gritó Pato, el pato.
De repente, un fuerte viento sopló y un grupo de ramitas pequeñas del árbol empezó a caer. Todos los animales dejaron de decorar y miraron a Lucas, quien con sus agilas patas las recolectó rápidamente.
"¿Por qué no te unes a nosotros, Lucas?" le preguntó Sol, la tortuga.
"No tengo nada que ofrecer. He estado muy ocupado y no tengo regalos", respondió él, con tristeza en su voz.
"¡Pero ser tu amigo es el mejor regalo que podemos tener!" replicó Clara.
Lucas se sintió conmovido por las palabras de Clara y, motivado por su cariño, decidió participar en la celebración. Pensó un momento y tuvo una idea brillante. Comenzó a buscar en el bosque: encontró unas bellas hojas doradas y unas frutas deliciosas que todavía no habían sido recolectadas.
"¡Miren lo que encontré!" gritó emocionado el zorro al regresar.
"¡Son perfectas!" exclamó Tomás, saltando de alegría.
Los animales trabajaron juntos para hacer las decoraciones con lo que había traído Lucas. Esa noche, el árbol brilló más que nunca, no solo por las luces, sino por el espíritu de colaboración y amistad.
Cuando llegó la hora de compartir regalos, cada uno le entregó su presente al otro, y Lucas se dio cuenta de que ser parte de la celebración era lo más importante.
"Gracias por incluirme, amigos. ¡Esta Navidad es especial porque la compartimos juntos!" dijo Lucas, con una gran sonrisa.
Todos brindaron por la amistad y celebraron juntos, disfrutando de una mágica noche bajo las estrellas.
La moraleja de la historia es que, aunque a veces uno se sienta fuera de lugar, la verdadera magia de la Navidad reside en la amistad y en el compartir momentos con los demás. La felicidad no se mide por los regalos que uno tiene, sino por el amor y el apoyo que encontramos en nuestros amigos.
FIN.