El Árbol de la Familia González



El pequeño árbol se llamaba Ramoncito, y desde que era apenas una semilla, siempre había soñado con crecer fuerte y alto para proteger a su familia de los González.

Todos los días, Ramoncito recibía el cariño de la mamá González, quien le cantaba canciones mientras lo regaba y lo cuidaba con esmero. Un día soleado de primavera, Ramoncito despertó sintiéndose diferente. Sus hojas brillaban con un verde más intenso y sus ramas parecían estar llenas de energía.

Se sentía feliz y emocionado por cumplir su misión: entregar oxígeno puro a la familia González. "¡Qué hermoso estás hoy, Ramoncito! -dijo la mamá González acariciando su tronco-.

Parece que hoy vas a dar mucho aire fresco a la casa. "Ramoncito sonrió (aunque los árboles no pueden sonreír) y se puso manos a la obra. Comenzó a respirar profundamente, absorbiendo dióxido de carbono y liberando oxígeno con cada suspiro verde que daba.

El aire alrededor del jardín comenzó a sentirse más limpio y fresco. Pero un día, unas semanas después, una sequía golpeó la ciudad. El sol ardiente quemaba la tierra y el agua escaseaba en el jardín de los González.

Ramoncito sintió miedo al ver sus hojas marchitarse lentamente. "¡Ayúdenme! -exclamó Ramoncito angustiado-. ¡Necesito agua para poder seguir cumpliendo mi misión!"La mamá González notó la tristeza del pequeño árbol y decidió actuar rápidamente.

Con baldes llenos de agua fresca, comenzó a regar las raíces sedientas de Ramoncito hasta que finalmente pudo sentir cómo recuperaba su vitalidad. "Gracias Mamá González", dijo Ramoncito entre lágrimas verdes de felicidad. "Ahora podré seguir dando mi mejor esfuerzo para cuidarlos".

Los días pasaron y Ramoncito continuó creciendo fuerte y sano gracias al amoroso cuidado de la familia González. Su misión era clara: seguir entregando aire limpio para todos los habitantes del hogar.

Una tarde de otoño, cuando las hojas comenzaban a caerse lentamente, llegaron visitantes inesperados al jardín: un grupo numeroso de pájaros cansados viajeros en busca de refugio. "¿Podemos descansar en tus ramas por favor?" -pidió el líder de los pájaros con voz temblorosa.

Ramoncito no dudó ni un segundo en abrir sus ramas para aagarrar a los nuevos amigos plumíferos. Les ofreció sombra fresca y les compartió frutos dulces que habían crecido en sus ramas generosas.

Los pájaros se quedaron unos días disfrutando del hospitalario hogar del árbol amable antes de continuar su viaje hacia tierras lejanas. "Gracias por tu bondad, querido Ramoncito", cantaron al unísono antes de partir hacia el horizonte dorado del atardecer.

Ramoncito sonrió (una vez más sin poder hacerlo realmente) pero esta vez fue diferente; sintió una alegría profunda en su savia al saber que había cumplido no solo con su misión original sino también extendiendo amor más allá del deber.

Y así, entre risas verdes y cantos celestiales, Ramoncito siguió creciendo feliz en el jardín de la familia González; siendo testigo silencioso pero vital del ciclo constante de vida que rodeaba su existencia.

FIN.

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