El Árbol de la Generosidad
Había una vez una pequeña niña llamada Caperucita Abuelita Lobo. Sí, así como lo lees, Caperucita Abuelita Lobo tenía un nombre muy peculiar porque era mitad humana y mitad loba.
Caperucita vivía en un bosque encantado junto a su abuelita loba. Su abuelita era la líder de la manada y siempre les enseñaba a respetar y proteger el bosque.
Pero había algo que Caperucita no podía evitar: ¡tenía un hambre voraz todo el tiempo! Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de comida, se encontró con el señor Conejo Saltarín. "¡Hola, Caperucita! ¿Qué te trae por aquí?"- preguntó el conejo curioso. "Hola, señor Conejo. Estoy buscando algo para comer.
Tengo mucha hambre"- respondió Caperucita con tristeza. El señor Conejo le explicó que todos los animales del bosque estaban preocupados porque últimamente había escasez de comida debido a la sequía.
Sin embargo, él sabía de un lugar mágico donde podrían encontrar alimentos para todos. Caperucita se emocionó al escuchar esto y decidió seguir al señor Conejo hasta llegar a una cueva escondida entre los árboles. Allí dentro encontraron a un anciano sabio llamado Don Sapo Sabio.
Tenía barba blanca larga y arrugada como las raíces de los árboles más viejos del bosque. "Bienvenidos, queridos amigos"- dijo Don Sapo Sabio con voz grave pero amable. "Sé que están buscando comida, y tengo una solución para ustedes".
El anciano les contó sobre un árbol mágico llamado el Árbol de la Generosidad. Este árbol tenía la capacidad de dar frutas deliciosas y nutritivas en abundancia. "Sin embargo"- advirtió Don Sapo Sabio, "el camino hacia el Árbol de la Generosidad no será fácil.
Deben superar tres pruebas antes de llegar a él". Caperucita y el señor Conejo aceptaron el desafío sin dudarlo. La primera prueba consistía en cruzar un río lleno de cocodrilos hambrientos.
Caperucita utilizó su astucia para distraerlos mientras el señor Conejo saltaba rápidamente entre sus cabezas. La segunda prueba era escalar una montaña rocosa y empinada. Caperucita demostró su valentía escalando con cuidado cada roca, mientras el señor Conejo se aferraba a su espalda.
Finalmente, llegaron a la tercera prueba: un laberinto oscuro lleno de trampas mortales. Caperucita usó su olfato agudo para encontrar la salida mientras el señor Conejo saltaba por encima de las trampas.
Después de superar todas las pruebas, finalmente llegaron al Árbol de la Generosidad. Caperucita tomó una fruta jugosa y se dio cuenta de algo maravilloso: ya no sentía hambre. "¡Lo logramos!"- exclamó emocionada Caperucita Abuelita Lobo-.
"Ahora podemos compartir estas deliciosas frutas con todos los animales del bosque". Caperucita y el señor Conejo regresaron al bosque y compartieron las frutas con cada animal que encontraron. Pronto, el bosque volvió a estar lleno de vida y alegría.
Desde aquel día, Caperucita Abuelita Lobo aprendió la importancia de compartir y ayudar a los demás. Además, descubrió que no siempre se trata solo de satisfacer nuestras necesidades, sino también de pensar en el bienestar de todos.
Y así, Caperucita Abuelita Lobo vivió feliz junto a su abuelita loba y todos los animales del bosque, recordando siempre la lección aprendida en su gran aventura.
FIN.