El árbol de la gratitud


Había una vez en un bosque encantado, un pequeño y simpático Pou llamado Benito. Benito era muy inquieto y le encantaba jugar al fútbol con su amiga Pepa, la ardilla.

Un día, mientras paseaban por el bosque en busca de un buen lugar para jugar, encontraron un árbol muy alto y frondoso que parecía perfecto para ser utilizado como arco. "¡Mira Pepa, este árbol será nuestro arco! Podremos jugar al fútbol aquí", exclamó emocionado Benito.

Pepa asintió con entusiasmo y juntos comenzaron a patear la pelota con todas sus fuerzas.

Estaban tan concentrados en el juego que no se dieron cuenta de que uno de los tiros más fuertes de Benito hizo que la pelota impactara contra el árbol con tanta fuerza que este se estremeció y comenzó a temblar. "¡Oh no, Benito! ¡Has partido la pelota contra el árbol!", exclamó preocupada Pepa.

Benito se sintió muy mal por lo sucedido y rápidamente fue a revisar si el árbol estaba lastimado. Para sorpresa de ambos, del impacto había caído una pequeña semilla del árbol. "¿Qué haremos ahora? ¿Cómo repararemos la pelota?", preguntó Pepa angustiada. Benito tuvo una idea brillante.

Decidió plantar la semilla en un lugar donde pudiera crecer sin problemas y así poder tener una nueva pelota en el futuro. Con mucho cuidado cavaron un hoyo en el suelo y depositaron la semilla allí, regándola con cariño todos los días.

Los días pasaron y la semilla comenzó a crecer rápidamente hasta convertirse en un hermoso árbol. Benito y Pepa continuaron jugando al fútbol bajo su sombra fresca, utilizando las hojas caídas como balones improvisados.

Un día, mientras jugaban bajo el árbol, escucharon un ruido extraño proveniente de lo alto. Para sorpresa de ellos, vieron cómo una nueva pelota caía rodando desde las ramas del árbol recién crecido.

"¡Mirá Pepa! ¡Nuestro arbolito nos ha regalado una nueva pelota!", exclamó feliz Benito. Desde ese día, Benito comprendió la importancia de cuidar y respetar a la naturaleza. Aprendió que incluso los errores pueden traer cosas buenas si se actúa con bondad y responsabilidad.

Y así siguió disfrutando junto a su amiga Pepa de divertidos partidos de fútbol bajo la sombra protectora del generoso árbol que habían ayudado a crecer.

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