El Árbol de la Luna



En un rincón del universo, donde las estrellas brillan como diamantes, había un niño llamado Mateo que soñaba con aventuras emocionantes. Un día, mientras miraba por la ventana, su mirada se posó en la luna llena y su corazón latió con fuerza. "¿Cómo será la luna?"- se preguntó. Con un brillo en los ojos, decidió que tenía que ir a descubrirlo.

A la mañana siguiente, Mateo construyó una cohete de papel maché con ayuda de su papá y, con una gran cuenta de dulce como combustible, se lanzó hacia la luna. Era una aventura increíble, y el vuelo se sintió como un paseo en una nube suave. Al llegar, se encontró en un paisaje deslumbrante: polvo lunar, cráteres brillantes y un cielo lleno de estrellas.

"¡Guau!"- exclamó Mateo, "Esto es más hermoso de lo que imaginaba."-

Mientras recorría la superficie lunar, vio un lugar perfecto para plantar un árbol. "Aquí creará sombra y vida"- pensó. Así que tomó unas semillas que había traído de su jardín: eran semillas de manzana, porque le encantaban esas frutas.

Mateo se agachó, hizo un pequeño agujero en la tierra lunar y colocó las semillas en la profundidad. "¡Creced fuerte y sanas!"- dijo con cariño.

Pasaron los días y cada noche, Mateo se sentaba a observar el cielo, esperando con ansias ver el crecimiento de su árbol. Mientras tanto, exploraba paisajes, bailaba en la gravedad diferente y hacía amigos con pequeños alienígenas que vivían cerca del cráter.

Un día, mientras recogía algunas piedras brillantes, escuchó un roce detrás de él. Se dio vuelta y vio a Luna, una pequeña alienígena que tenía ojos curiosos y tentáculos suaves.

"Hola, niño de la Tierra. ¿Qué haces aquí?"- preguntó Luna.

"Planté un árbol y espero recoger los frutos. ¿Te gustaría esperar conmigo?"- respondió Mateo.

Luna sonrió. "¡Sí! Siempre quise probar los frutos de la Tierra. Vamos a cuidarlo juntos."- Así que, a partir de ese día, Mateo y Luna regaron el árbol con un agua especial, que recolectaron de pequeños cráteres de hielo.

Con el paso del tiempo, el árbol comenzó a crecer, llenándose de hojas brillantes y con un aroma dulce que llenaba el aire lunar. Sin embargo, una noche, cuando Mateo y Luna estaban contemplando las estrellas, vieron unas sombras oscuras acercándose. Eran un grupo de monstruos de la luna, a quienes les gustaban las cosas brillantes y hermosas.

"¡Eso no puede ser bueno!"- dijo Mateo. "Tienen que irse antes que arruinen nuestro árbol."-

Luna, valiente, agregó: "Tal vez, si les mostramos lo increíble que es el árbol, se quedarán y lo cuidarán con nosotros."-

Así que Mateo y Luna prepararon un pequeño picnic con las semillas de manzana que habían dejado caer del árbol. Cuando los monstruos llegaron, los niños les ofrecieron las semillas como un regalo.

"¡Prueba esto!"- dijo Mateo, "Las manzanas de la Tierra son lo más rico que hay."-

Los monstruos probaron las semillas y quedaron sorprendidos. "Son deliciosas."- dijeron, y comenzaron a bailar. En su entusiasmo, prometieron cuidar del árbol y protegerlo de cualquier peligro.

Pasaron las semanas, y el árbol floreció. Un día, finalmente, comenzaron a aparecer los primeros frutos.

"¡Mirá, Mateo!"- gritó Luna señalando las manzanas brillantes. "¡Ya están listas para recoger!"-

Ambos, consiguiendo ayuda de los monstruos, comenzaron a recoger las manzanas. Era una fiesta de risas y alegría, mientras todos juntos compartían los frutos bajo la luz de la luna.

Mateo probó una manzana y su cara iluminó como el sol. "¡Son las mejores manzanas del universo!"-

Y así, Mateo y Luna no solo aprendieron sobre la importancia de cuidar la naturaleza, sino también sobre la amistad y la colaboración.

Aquel árbol se convirtió en un símbolo de unión entre la Tierra y la luna, mostrando que la magia sucede cuando trabajamos juntos, sin importar de dónde venimos. Y cada vez que Mateo miraba a la luna desde su casa, sabía que su árbol siempre estaría allí, esperando nuevas aventuras.

FIN.

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