El Árbol de las Estrellas



En un hermoso valle donde los rayos del sol se mezclaban con la frescura del viento, había un árbol enorme al que todos llamaban el Árbol de las Estrellas. Era un árbol mágico que, en las noches más claras, se llenaba de pequeños destellos que parecían estrellas. Los habitantes del pueblo creían que cada estrellita era un sueño por cumplir.

Los niños del pueblo, entre risas y juegos, solían acercarse al árbol para contarle sus deseos. Uno de ellos, Juanito, lo visitaba cada noche con un gran brillo en sus ojos.

"Árbol de las Estrellas, quiero aprender a volar como las aves", le decía Juanito, mientras acariciaba su tronco fuerte.

Una noche, mientras Juanito acariciaba el árbol, algo sorprendente ocurrió. Un suave susurro salió del árbol.

"Juanito, si realmente deseas volar, debes hacer algo primero... debes ayudar a otros a cumplir sus sueños también", le dijo el Árbol de las Estrellas, con una voz suave como el susurro del viento.

Juanito, sorprendido y emocionado a la vez, aceptó el desafío. Al día siguiente, se reunió con sus amigos María y Lucas y les propuso la idea de hacer un club de sueños.

"Podemos ayudar a cada uno de nuestros amigos a cumplir sus sueños. Así, el árbol nos ayudará a cumplir los nuestros", les dijo con determinación.

María, con una sonrisa en su rostro, respondió:

"¡Eso suena genial, Juanito! Yo quiero ayudar a Sofía, que sueña con ser bailarina."

Y Lucas añadió:

"Yo quiero ayudar a Tomás, que quiere convertirse en un gran inventor."

Los tres amigos se pusieron a trabajar de inmediato. La primera tarea fue ayudar a Sofía. Juntos, organizaron un espectáculo de baile en el parque del pueblo. Al principio, Sofía estaba nerviosa, pero Juanito la animó.

"¡No tengas miedo! El escenario es tu lugar. Brilla como las estrellas", le dijo Juanito, mientras le daba una palmadita en la espalda.

El espectáculo fue un éxito rotundo y la alegría de Sofía al bailar iluminó a todos. La siguiente semana, ayudaron a Tomás a reunir materiales para su invención. Todos colaboraron y al final lograron construir un pequeño artefacto que lanzaba globos.

"¡Es un gran invento, Tomás!", exclamó María, mientras todos aplaudían emocionados.

A medida que ayudaban a sus amigos, el árbol empezó a brillar cada vez más. Cada noche, los niños se acercaban al Árbol de las Estrellas.

"Gracias, árbol, por darnos fuerzas y sueños. ¡Nos estamos divirtiendo mucho!", decía Lucas, mientras reía junto a sus amigos.

Pero un día, un nuevo niño llegó al pueblo, se llamaba Pedro. Pedro era muy tímido y no se atrevía a unirse al grupo. Se sentaba solo, observando a los demás lejos.

"¿Por qué no invita a Pedro a unirse a nuestro club?", sugirió María.

"Tal vez tenga sueños que quiere cumplir", agregó Juanito.

Así que los amigos se acercaron a Pedro.

"Hola, Pedro. ¿Te gustaría unirte a nosotros y contarnos de tus sueños?", le preguntó gentilmente Juanito.

Pedro, con una voz temblorosa, respondió:

"Me gustaría ser artista, pero nunca sé dibujar bien."

"No te preocupes. Podemos ayudarte", dijo Lucas. "Todos tenemos diferentes talentos."

Poco a poco, Pedro se unió al club y los amigos trabajaron juntos para que él pudiera expresar su arte. Organizaron un concurso de arte, donde Pedro pudo mostrar sus dibujos. El día del concurso, Pedro estaba muy nervioso, pero se armó de valor y presentó su obra.

"¡Es precioso!", exclamó Sofía, mientras todos aplaudían su trabajo.

Cuando la noche llegó, el Árbol de las Estrellas brilló más que nunca. Los amigos, eufóricos, se sentaron bajo el árbol.

"Gracias, árbol, por ayudarnos a entender que no se trata solo de cumplir nuestros propios sueños, sino de ayudar a otros a hacerlo también", dijo Juanito con una sonrisa.

Y así, cada noche, los niños compartían risas, sueños y alegrías bajo el Árbol de las Estrellas. Habían aprendido que los sueños se vuelven más hermosos cuando se comparten.

De esta manera, el árbol siguió iluminando el valle, recordándole a todos que ayudar a los demás a cumplir sus sueños siempre llevará a que nuestros propios sueños se hagan realidad. El árbol nunca dejó de brillar, porque en el fondo, cada estrellita representaba la luz de la amistad y el amor compartido.

FIN.

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