El Árbol de las Maravillas
Había una vez una niña llamada Amanda, a quien le encantaba salir a pasear por el parque todos los días. Un día soleado, después de terminar sus tareas escolares, decidió aventurarse aún más lejos que de costumbre.
Mientras caminaba por el parque, Amanda se topó con un árbol muy peculiar. Tenía raíces grandes y retorcidas que parecían abrazar la tierra. Sin pensarlo dos veces, Amanda decidió explorarlo más de cerca.
Cuando tocó el tronco del árbol, algo mágico sucedió. El árbol cobró vida y comenzó a hablarle:"¡Hola Amanda! Soy el Árbol Sabio y tengo mucho conocimiento para compartir contigo. "Amanda se sorprendió pero también estaba emocionada de tener la oportunidad de aprender algo nuevo.
Así que se sentó junto al Árbol Sabio y comenzaron a charlar. El Árbol Sabio le enseñó sobre las diferentes plantas y animales que vivían en el parque.
Amanda aprendió cómo identificar distintos tipos de flores por sus colores y olores, así como los nombres de los pájaros que volaban en el cielo. "¡Es increíble!", exclamó Amanda maravillada. Pero eso no era todo lo que el Árbol Sabio tenía para mostrarle.
Le habló sobre un sendero secreto detrás del arbusto de moras donde había una pequeña cascada escondida. Amanda siguió las indicaciones del Árbol Sabio y encontró la cascada oculta. Quedó asombrada ante su belleza: agua cristalina cayendo suavemente sobre las rocas, creando un sonido relajante.
Mientras Amanda disfrutaba del espectáculo, vio algo brillar entre las piedras. ¡Era una pequeña mariposa de colores!"¡Hola amiguita!", exclamó Amanda emocionada.
La mariposa comenzó a volar alrededor de Amanda y la guió hacia un hermoso jardín lleno de flores multicolores. Cada flor tenía algo especial: unas eran dulces como el azúcar, otras olían a chocolate y algunas incluso cambiaban de color cuando las tocaban.
Amanda estaba fascinada con todo lo que había descubierto en el parque ese día. Agradeció al Árbol Sabio por sus enseñanzas y se despidió de él con un abrazo. Mientras regresaba a casa, Amanda se dio cuenta de que había aprendido mucho más en el parque que en cualquier libro o clase.
Había experimentado la belleza de la naturaleza y descubierto cosas maravillosas simplemente explorando su entorno. Desde aquel día, Amanda continuó saliendo al parque todos los días, pero ahora lo hacía con una nueva perspectiva.
Siempre encontraba algo nuevo para aprender y nunca dejaba pasar la oportunidad de explorar cada rincón del parque. Y así, gracias a su curiosidad e interés por descubrir cosas nuevas, Amanda siguió creciendo felizmente rodeada de la magia que solo la naturaleza puede brindar.
FIN.