El Árbol de los Colores



En un bosque lejano, lleno de árboles altos y flores de todos los tamaños, vivían muchos animales que jugaban juntos. Pero había un árbol especial en medio del bosque. Este árbol no era como los demás, porque tenía hojas de todos los colores del arcoíris: rojo, azul, amarillo, verde, naranja y un morado intenso que brillaba al sol.

Los animales del bosque, desde los pequeños conejitos hasta los grandes ciervos, se acercaban al árbol todos los días, fascinados por su belleza. La ardilla Lila, con su colita esponjosa, fue la primera en hablarle.

"¡Hola, Árbol de los Colores! ¿Cómo es que tienes hojas tan maravillosas?"

El árbol, que tenía una voz suave y melodiosa, respondió:

"Cada hoja representa un sentimiento. Cada color cuenta una historia. La magia de mis hojas proviene de la amistad entre todos los animales del bosque."

Los animales se miraron entre ellos, curiosos.

"¿Podrías contarnos más sobre eso?" preguntó el ciervo Valentino.

"Claro, pero hay una condición," dijo el Árbol de los Colores.

"¿Cuál es?" preguntó Lila, ansiosa.

"Tendrán que unirse y compartir sus propias historias para que las hojas puedan crecer aún más y brillar con fuerza. Cada vez que hablen de su amistad, una nueva hoja nacerá."

Los animales se emocionaron y decidieron comenzar el juego. Así, cada tarde, uno a uno compartían sus historias. Del búho que ayudaba a encontrar a los perdidos, al pequeño topo que siempre estaba dispuesto a hacer reír a los demás. Con cada relato, el árbol florecía. Las hojas brillaban intensamente, llenando el bosque de luz.

Un día, un nuevo animal llegó al bosque. Era un lobo solitario llamado Tragón.

"¿Qué hacen aquí, ustedes?" preguntó con voz baja y apagada.

"Estamos contando nuestras historias de amistad y el árbol crece más hermoso cada día. Ven, únete a nosotros," dijo Valentino con una sonrisa.

Tragón se sintió un poco incómodo.

"No, no sé contar historias. Yo siempre he estado solo," respondió triste.

Los animales se miraron, preocupados.

"Ah, pero todos tenemos historias, incluso tú. Ven, intentalo," animó Lila.

El lobo dudó, pero finalmente se sentó junto a ellos.

"Una vez, cuando caminaba por el bosque, vi un pájaro ayudar a un ratón a salir de un tronco. Eso me hizo sentir algo especial... pero nunca lo he compartido," confesó Tragón con voz temblorosa.

Los demás lo animaron.

"¡Esa es una hermosa historia!" exclamó Valentino.

Un brillo dorado apareció en el Árbol de los Colores como si celebrara ese primer relato del lobo.

Tragón se sintió cálido por dentro. Fue entonces que las hojas del árbol empezaron a brillar más que nunca y el lobo sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: compañerismo.

Días pasaron y Tragón, con cada nueva historia que compartía, se volvía parte de la comunidad. Las hojas del árbol, incluso más brillantes, reflejaban la diversidad de emociones que todos llevaban dentro.

Un día, el Árbol de los Colores dijo:

"Gracias a todos, hoy tengo la mayor cantidad de hojas que jamás he tenido. Cada uno de ustedes ha contribuido con su luz y amor. Nunca olviden que juntos son más fuertes y más hermosos."

Los animales aplaudieron, sintiéndose plenos y unidos.

De esta forma, el bosque no solo se llenó de miles de hojas coloridas, sino que también vibraba con las historias y la amistad de cada uno de sus habitantes. Y el lobo Tragón, que solía ser solitario, encontró en la diversidad de historias, su lugar, su hogar.

"No hay nada más hermoso que compartir con amigos," dijo un día, sentado a la sombra del árbol.

Y así, el Árbol de los Colores seguía creciendo, recordándoles a todos que la magia de la amistad se refleja en las historias compartidas. Fin.

FIN.

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