El árbol de los deseos



Había una vez en un hermoso jardín, tres niños llamados Martina, Facundo y Lucía. Eran grandes amigos y les encantaba jugar juntos todos los días después de la escuela.

Un día, mientras correteaban por el jardín, descubrieron un árbol muy especial, cuyas ramas parecían brillar con una luz mágica. Intrigados, se acercaron al árbol y escucharon una risa suave que provenía de su interior.

Los niños se miraron entre sí con asombro y decidieron investigar más de cerca. Para su sorpresa, al mirar dentro del hueco del árbol, encontraron a una hermosa hada madrina con alas brillantes y vestida con colores radiantes. "¡Hola! ¿Cómo te llamas?", preguntó Martina con curiosidad.

La hada sonrió dulcemente y respondió: "Soy Ada Madrina, estoy aquí para concederles un deseo a cada uno". Los niños no podían creer lo que estaban escuchando. Se miraron emocionados y comenzaron a pensar en qué pedir.

Lucía fue la primera en hablar: "Yo deseo poder volar como un pájaro". Ada Madrina asintió y agitó su varita mágica. En ese momento, Lucía sintió cómo sus pies abandonaban el suelo y empezaba a elevarse en el aire.

¡Estaba volando! Facundo estaba impresionado por lo que acababa de presenciar e inmediatamente pidió su deseo: "Quiero ser tan fuerte como un gigante".

Sin perder tiempo, Ada Madrina hizo otro gesto con su varita mágica y Facundo sintió cómo todo su cuerpo se llenaba de energía y fuerza sobrehumana. Martina observaba maravillada todo lo que ocurría a su alrededor.

Cuando llegó su turno de pedir un deseo, pensó cuidadosamente antes de decir: "Deseo tener la capacidad de hacer felices a las personas que me rodean". Ada Madrina sonrió ante esa noble solicitud y le concedió a Martina el don de traer alegría a todos los corazones que tocara.

Los tres amigos se abrazaron emocionados por sus nuevos dones mágicos y prometieron usarlos sabiamente para hacer del mundo un lugar mejor.

Desde ese día en adelante, Martina volaba por los cielos llevando alegría dondequiera que fuera; Facundo protegía con bondad a los más débiles; mientras que Lucía exploraba el mundo desde las alturas compartiendo sueños e ilusiones. Y así, gracias a la generosidad de Ada Madrina, estos tres valientes niños aprendieron que los verdaderos deseos no están en posesiones materiales sino en actos llenos de amor hacia los demás.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!