El árbol de los deseos
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arbolito, tres amigos muy especiales: Renata, Martín y Juan.
Renata era una niña alegre y creativa, a la que le encantaba dibujar; Martín era un niño curioso y valiente, al que le gustaba explorar la naturaleza; y Juan era un niño amable y generoso, siempre dispuesto a ayudar a los demás. Un día, mientras paseaban por el bosque cercano al pueblo, encontraron un árbol muy antiguo y sabio.
El árbol les habló con una voz suave y les dijo: "Queridos amigos, les daré tres tareas para que cumplan juntos. Si logran superarlas, recibirán un gran tesoro". Los tres amigos se miraron emocionados y aceptaron el desafío del árbol anciano.
La primera tarea consistía en ayudar a una familia de conejitos que vivía al otro lado del río.
Sin dudarlo, Renata dibujó un puente colorido para cruzar el río, Martín exploró el camino más seguro y Juan cargó a los conejitos en sus brazos para llevarlos al otro lado. Al completar la primera tarea con éxito, el árbol les dio la segunda misión: llevar comida y agua a los animales del bosque que estaban pasando hambre.
Los tres amigos se dividieron las tareas: Renata preparó bolsitas de semillas para las aves, Martín llenó recipientes con agua fresca para los ciervos y Juan repartió frutas entre los mapaches.
Después de alimentar a todos los animales necesitados, el árbol les reveló la última tarea: plantar juntos una semilla mágica en lo alto de la montaña más alta. Los amigos subieron la empinada montaña ayudándose mutuamente hasta llegar a la cima.
Allí encontraron un lugar especial donde plantaron la semilla mágica con mucho cuidado. De repente, la semilla comenzó a crecer rápidamente hasta convertirse en un hermoso árbol lleno de frutos brillantes y relucientes.
El árbol les dijo emocionado: "Han demostrado ser verdaderos amigos solidarios, equitativos y fraternos. Como recompensa por su valentía y compromiso con los demás, este árbol mágico cumplirá sus deseos más profundos".
Renata pidió poder seguir compartiendo su arte con el mundo; Martín deseó proteger siempre la naturaleza; y Juan anhelaba que todos los niños del pueblo tuvieran suficiente comida para crecer sanos y fuertes.
El árbol anciano sonrió ante sus nobles deseos e inmediatamente se hicieron realidad: Renata vio cómo sus dibujos cobraban vida; Martín se convirtió en guardián del bosque protegiendo cada rincón de él; Juan inició un proyecto solidario donde todos los niños recibían alimentos nutritivos cada día.
Desde ese día en adelante, Renata siguió pintando sonrisas en rostros tristes; Martín continuaba explorando nuevos horizontes junto a sus amigos animales; y Juan nunca dejaba de brindar ayuda a quienes más lo necesitaban. Los tres amigos entendieron que juntos podían lograr grandes cosas cuando actuaban con solidaridad equidad fraternidad en sus corazones.
FIN.