El Árbol de los Deseos



Era un hermoso día en el campo cuando un niño llamado Lucas decidió pasear por el prado con su vaca, Manchitas. Mientras caminaban, se toparon con un inmenso árbol que se alzaba en el horizonte. Sus ramas se mecían suavemente al viento, y Lucas sintió una irresistible curiosidad.

"¡Mirá, Manchitas! -dijo Lucas emocionado- ¡Ese árbol es gigante! ¿No te gustaría que subamos un poco?"

La vaca respondió con un suave mugido, como si dijera que sí. Lucas, con su espíritu aventurero, comenzó a escalar. A medida que subía, notó que debajo de las hojas se asomaba un faro brillante.

Al llegar a una de las ramas más altas, Lucas quedó boquiabierto. Allí, justo al lado de un castillo diminuto hecho de musgos y flores, había un enorme duende dormido, que parecía soñar con colores vivos.

"¡Guau! -exclamó Lucas- ¡Qué lugar tan mágico!"

Pero no todo era dulzura y encanto. Abajo, un niño llamado Ramiro, conocido por su astucia y travesuras, portaba una ancha y desproporcionada soga.

"¡Eh, Lucas! -gritó Ramiro- ¿Qué hacés ahí arriba? ¡Podrías caer y romperte un brazo!"

Lucas, un poco nervioso, contestó:

"Estoy viendo algo increíble. No me pienso caer, Ramiro."

Ramiro sonrió de forma maliciosa y se acercó al árbol.

"Creo que mejor hago que caigas. ¡Esto será divertido!"

Entonces empezó a hacer movimientos con la soga, tratando de asustar a Lucas.

Pero el duende, que había escuchado el alboroto, se despertó de golpe.

"¿Qué es todo este ruido? -preguntó con voz grave- ¡Está interrumpiendo mis sueños!"

Lucas, con los ojos muy abiertos, se dirigió rápidamente al duende.

"¡Ayuda! Ramiro quiere hacerme caer. ¡Por favor, protégenos!"

El duende, que en realidad era muy amable y tenía poderes mágicos, se frotó los ojos.

"No temas, pequeño. La amistad y la bondad siempre deben triunfar sobre la maldad. Ven, voy a enseñarte una lección."

El duende agitó su varita, y de pronto un arcoíris apareció en el cielo. Lucas observó, asombrado, mientras una nube de luces brillantes envolvía a Ramiro.

De repente, el rostro de Ramiro cambió.

"¿Qué me ha pasado? -dijo confundido- No se siente bien hacerte daño. ¿Por qué lo intenté?"

El duende sonrió.

"Aquí, en este bosque, todos podemos aprender. La bondad es más poderosa que la maldad. ¿No preferirías jugar en lugar de asustar?"

Lucas, al escuchar esto, decidió extender su mano hacia Ramiro.

"Podemos jugar juntos, Ramiro. Todos merecen una segunda oportunidad."

Ramiro, aún un poco temeroso, aceptó la mano de Lucas.

"Sí, sería mucho más divertido. Lo siento, Lucas. No debí asustarte."

Los tres comenzaron a jugar, corriendo alrededor del árbol y creando historias junto al castillo del duende.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, el duende dijo:

"Nunca olviden que en la amistad no hay lugar para la malicia. Un verdadero amigo siempre está dispuesto a levantar al otro, no a derribarlo."

Lucas y Ramiro prometieron ser mejores amigos desde ese momento y disfrutar de las aventuras que la amistad les ofrecía. Entonces, el duende se despidió, volviendo a su profundo sueño junto al castillo.

Desde aquel día, el árbol de los deseos del bosque se convirtió en su lugar secreto, donde cada vez que se reunían, recordaban la importancia de la bondad y la amistad.

Y así, Lucas y Ramiro siguieron creando mil aventuras juntos, aprendiendo cada día más sobre lo hermosa que puede ser la vida cuando se vive con el corazón abierto.

FIN.

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