El Árbol de los Deseos



En un pequeño pueblo llamado Sueñalandia, había un árbol mágico que cumplía deseos a quienes demostraban ser amables y generosos. Todos los niños del pueblo conocían la historia del Árbol de los Deseos, pero nadie se había atrevido a acercarse a él. Un día, tres amigos decidieron aventurarse en el bosque para encontrar el árbol y pedir un deseo.

Los tres amigos, Carla, Lucas y Sofía, eran muy diferentes. Mientras que Carla siempre pensaba en lo que quería para sí misma, Lucas era el más generoso y siempre se preocupaba por los demás. Sofía era la más creativa, siempre soñando con cosas nuevas.

- “¡Vamos a buscar el árbol! ” - dijo Lucas con emoción.

- “Pero, ¿y si no podemos encontrarlo? ” - respondió Carla un tanto escéptica.

- “Si seguimos el mapa que nos dio el anciano del pueblo, estoy segura de que lo encontraremos” - dijo Sofía.

Los amigos se adentraron en el bosque siguiendo un sendero lleno de flores y cantos de pájaros. Después de una larga caminata, finalmente descubrieron un claro donde crecía un árbol enorme y espléndido.

- “¡Lo encontramos! ” - exclamó Sofía, con los ojos brillantes.

- “¿Cuál será nuestro deseo? ” - preguntó Carla ansiosamente.

- “Yo quiero que todos en el pueblo sean siempre felices” - dijo Lucas, deseando lo mejor para los demás.

- “Yo quiero ser la mejor jugadora de fútbol del mundo” - agregó Carla.

- “¡Yo quiero inventar algo que ayude al planeta! ” - dijo Sofía, entusiasmada.

Cuando hicieron sus deseos, algo sorprendente ocurrió. El árbol comenzó a brillar y, de repente, un viento suave los rodeó.

- “Mis amigos, vean lo que han deseado. Cada deseo tendrá un giro especial” - dijo el árbol con voz profunda y amable.

A continuación, cada uno de ellos se embarcó en una aventura relacionada con su deseo.

Carla se vio en un campo de fútbol, pero en lugar de jugar, tuvo que ayudar a los demás a aprender.

- “¡Espera! Yo solo quería ser la mejor” - gritó Carla.

- “Lo eres, pero solo si compartís tu talento” - respondió el árbol.

En su viaje, Carla se dio cuenta de que al ayudar a otros, también crecía en habilidades y hacía amigos, convirtiéndose en una gran jugadora que inspiraba a otros.

Lucas, al desear la felicidad para el pueblo, se encontró en situaciones donde tenía que crear momentos felices, como organizar fiestas y juegos.

- “¿Por qué no pediste un deseo para ti mismo? ” - le preguntaron los otros niños mientras jugaban.

- “Porque al hacer felices a los demás, yo también soy feliz” - respondió Lucas.

Sofía, al querer inventar algo para el planeta, se vio en un laboratorio lleno de recursos. Pero pronto descubrió que necesitaba la ayuda de sus amigos para aprovechar las ideas.

- “No puedo inventar sola. Necesito la ayuda de ustedes” - dijo Sofía.

- “Podemos crear un equipo” - sugirió Lucas, emocionado.

A medida que realizaban sus misiones, cada uno fue encontrando no solo la alegría de ayudar a los demás, sino también el verdadero significado de sus deseos. Al final de sus aventuras, regresaron al árbol.

- “¿Qué hemos aprendido? ” - preguntó el árbol.

- “Que la verdadera felicidad está en compartir y ayudar” - respondió Lucas.

- “Y que los sueños se hacen más grandes cuando trabajamos juntos” - añadió Sofía, con una sonrisa.

- “¿Entonces nuestros deseos han cambiado? ” - preguntó Carla, ahora más madura.

- “Sí, y en ese cambio, encontrasteis lo que realmente importa” - respondió el árbol, iluminándose aún más.

Desde ese día, los amigos comenzaron a esforzarse por hacer que Sueñalandia fuera un lugar mejor, soñando en conjunto y ayudándose mutuamente a realizar sus deseos.

Y así, el árbol, que un día había sido un simple lugar de deseos, se convirtió en el símbolo de la amistad y la generosidad. El pueblo no solo aprendió que los deseos se cumplían, sino que el verdadero poder estaba en el amor y en el apoyo mutuo entre amigos.

Fin.

FIN.

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