El Árbol de los Deseos



Había una vez en un pequeño pueblo, dos amigos inseparables llamados Pablo y Martina. Un día, mientras paseaban por el bosque, se encontraron con un increíble árbol lleno de luces brillantes. Estaba decorado con cintas de colores y en sus ramas colgaban pequeños carteles de madera que decían 'Árbol de los Deseos'. Su curiosidad los llevó a acercarse.

"Mirá, Pablo, este árbol es mágico. Dicen que si le hacés un deseo con el corazón, se puede cumplir", comentó Martina con una sonrisa.

"¿De verdad? ¡Vamos a probar!" respondió Pablo.

Ambos se pusieron frente al árbol y cerraron los ojos para pensar en su deseo. Pablo deseó tener la bicicleta más rápida del pueblo, mientras que Martina deseó tener el perro más juguetón.

"Deseado y hecho", murmuró Pablo entusiasmado.

"No puedo esperar para ver nuestros deseos cumplidos", dijo Martina, saltando de emoción.

Al día siguiente, Pablo se despertó y encontró una hermosa bicicleta en su patio. Estaba tan feliz que salió a mostrarla a todos. Por otro lado, Martina vio que su deseo también se había cumplido, pero el perro era un poco travieso; hacía lío en el jardín y rompía algunos objetos.

"Ay, Martín, qué alegría tener la bicicleta. Pero tu perro es un poco... especial, ¿no?", le dijo Pablo riendo.

"Sí, pero lo quiero igual. Aunque a veces me pone en problemas", contestó Martina, un poco preocupada.

Pasaron los días, y Pablo notó que su bicicleta era tan rápida que terminaba llegando muy tarde a la casa después de jugar con sus amigos.

"Che, Pablo, ¿no creés que deberías volver un poco antes?" le sugirió Martina.

"No pasa nada, soy el más rápido, puedo con todo", respondió él, sintiéndose orgulloso.

Un día, decidido a demostrar lo veloz que era, Pablo se fue muy lejos en su bicicleta. Se emocionó tanto que no vio que comenzaba a anochecer. Al regresar, se perdió en el bosque y sintió miedo. Justo en ese momento pensó en su amiga.

"¡Martina, ayúdame!" gritó mientras buscaba un camino seguro.

Martina, que había notado la ausencia de Pablo, comenzó a buscarlo hasta que finalmente lo encontró.

"¡Pablo! ¿Estás bien? ¡Te estaba buscando!" dijo Martina aliviada.

"Sí, pero no sé cómo volver", admitió él.

"Vení, yo te ayudo. Siempre hay que volver juntos, así es más seguro y divertido".

A partir de esa experiencia, Pablo entendió que tener cosas especiales no era lo más importante. Lo valioso eran los momentos compartidos y la amistad.

"Ya no quiero ser el más rápido, quiero ser tu mejor amigo y volver siempre juntos", dijo Pablo con sinceridad.

"Eso suena perfecto", respondió Martina, sonriendo.

Desde aquel entonces, Pablo decidió disfrutar de sus paseos en bicicleta sin dejar de lado a Martina y su perro travieso. El árbol de los deseos les había enseñado que la verdadera magia reside en la amistad y el tiempo compartido. Y así, regresaron al árbol para dejar un nuevo deseo.

"Deseamos siempre mantener esta hermosa amistad", dijeron juntos, riendo y abrazándose.

FIN.

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