El Árbol de los Deseos
Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo, junto a su casa había un árbol gigante, hermoso, con ramas que parecían abrazar a todos los que se acercaban. El árbol, conocido por todos como el Árbol de los Deseos, tenía un aroma que envolvía el aire y hacía que quien lo olfateaba se sintiera en paz. Sofía pasaba horas bajo sus ramas, haciendo volar su imaginación.
Un día, mientras Sofía descansaba, escuchó un suave murmullo entre las hojas. "Hola, niña soñadora" - le dijo el árbol, sorprendiéndola. "¿Eres tú quien habla?" - preguntó Sofía, asombrada.
"Sí, soy yo. He visto tus buenos deseos y quiero ayudarte. Cada vez que duermes aquí, comparto sueños mágicos contigo. Pero hoy, quiero regalarte algo especial: un deseo" - respondió el árbol.
Sofía nunca había pensado en un deseo. Se sentó a la sombra y reflexionó. "Quiero poder ayudar a los demás, pero no sé cómo. Estoy solo en mi jardín" - murmuró.
"Esa es una gran intención, Sofía. ¿Qué tal si empiezas por compartir lo que tienes?" - sugirió el árbol. "Puedes invitar a tus amigos a jugar aquí. Juntos, pueden crear cosas increíbles!"
Motivada por las palabras del árbol, Sofía decidió organizar una tarde de juegos. "- ¡Voy a invitar a todos mis amigos!" - exclamó feliz. Sofía hizo invitaciones coloridas y, cuando llegó el día, su jardín se llenó de risas y alegría.
Los niños venían de cerca y de lejos, atraídos por el místico aroma del árbol. A medida que jugaban, Sofía les contaba historias sobre el árbol mágico y el poder de los deseos. "¿Sabían que él puede conceder un deseo?" - les dijo con la voz llena de emoción.
Los amigos de Sofía se miraron intrigados y comenzaron a expresar sus deseos a medida que jugaban. "Yo quiero una bicicleta!", - decía Juan. "Yo quiero un perro!", - exclamaba Clara. "¿Y yo?" - pensaba Sofía, sintiéndose un poco celosa.
Sin embargo, el árbol, atento a sus pensamientos, dijo: "Sofía, recuerda que no todos los deseos se cumplen de la misma manera. A veces, los mejores regalos son las experiencias compartidas. Los deseos se pueden cumplir, pero la amistad es lo que realmente importa. Siendo generosa, también recibirás mucho más a cambio".
Con esas palabras, Sofía se dio cuenta de que no necesitaba un deseo para ser feliz. "¡Vamos a hacer algo juntos!" - propuso. Se les ocurrió organizar un espectáculo. Con disfraces hechos de hojas y flores, los niños actuaron varias historias divertidas para los padres y para el árbol.
Ese día, al finalizar la función, los aplausos resonaron y el árbol sonrió desde su sombra. "¡Esto es lo que realmente significa compartir!" - dijo lleno de orgullo. "Ahora, Sofía, tu deseo es ver la felicidad de tus amigos."
Sofía comprendió que había encontrado algo mucho más valioso que cualquier deseo material: su deseo de ayudar se había convertido en una realidad, y la alegría de sus amigos se convirtió en su mayor regalo.
Desde entonces, cada vez que Sofía se sentaba bajo el árbol, sabía que no necesitaba un deseo, solo el amor y la amistad que crecía alrededor de su mágico árbol. Y así, el Árbol de los Deseos nunca dejó de vibrar con risas y sueños de todos los niños del pueblo, convirtiendo cada día en una nueva aventura llena de magia y aprendizaje.
FIN.