El Árbol de los Deseos



Era una fría mañana de diciembre en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Los copos de nieve caían suavemente del cielo mientras los chicos se preparaban para celebrar la Navidad. Entre ellos estaba Matías, un niño de diez años con una gran sonrisa pero un deseo muy especial.

"¿Qué vas a pedir esta Navidad, Matías?" - le preguntó su amiga Sofía mientras caminaban hacia la plaza, donde había un hermoso árbol adornado.

"Deseo que mi familia tenga una Navidad feliz y que todos en el pueblo sientan el espíritu navideño" - respondió Matías con sinceridad.

Al llegar a la plaza, se encontraron con un grupo de niños que estaban decorando el gran árbol de Navidad. Tenían luces brillantes, cintas de colores y estrellas fabulosas.

"¡Hola, chicos!" - saludó Sofía.

"¡Hola! Estamos decorando el árbol. ¡Ven a ayudar!" - dijo Juanito, un niño travieso que siempre estaba buscando como divertirse.

"¡Sí, vamos!" - exclamó Matías, feliz de unirse a la diversión.

Mientras decoraban, Matías tuvo una idea brillante.

"¿Y si hacemos algo diferente este año?" - propuso.

"¿Qué cosa?" - preguntó Sofía, curiosa.

"Podríamos escribir deseos en trozos de papel y colgarlos del árbol. Así, todos los que vean el árbol podrán leerlos y quizás se hagan realidad" - sugirió Matías.

A todos les encantó la idea y rápidamente comenzaron a escribir sus deseos.

"Quiero que mis papás pasen más tiempo juntos" - escribió Sofía.

"Yo deseo un nuevo balón de fútbol" - escribió Juanito.

"Yo deseo que nadie se sienta solo en esta Navidad" - agregó Matías.

Cuando terminaron de colgar los deseos, el árbol se veía deslumbrante. Esa noche, Villa Esperanza estaba llena de luces y sonrisas. Todos los habitantes del pueblo se reunieron en la plaza.

"¡Miren nuestro árbol!" - exclamó Matías emocionado.

"¡Es hermoso!" - dijo la abuela de Sofía.

De repente, una anciana que parecía perdida apareció entre la multitud.

"¿Puedo mirar el árbol?" - preguntó con voz temblorosa.

"¡Por supuesto! Vení, te invitamos" - le respondió Sofía.

La anciana se acercó y comenzó a leer los deseos. Sus ojos se iluminaron.

"¡Oh! ¡Qué hermoso es ver la bondad de los jóvenes! Yo deseaba tener compañía en estas fiestas, y ustedes me han traído alegría" - dijo con lágrimas en los ojos.

Matías, sensible a su historia, le preguntó:

"¿Te gustaría pasar la Navidad con nosotros?"

"¡Eso sería maravilloso!" - respondió la anciana, sonriendo.

Esa noche, el espíritu de la Navidad llenó el corazón de todos en Villa Esperanza. Juntos compartieron risas, historias y, sobre todo, amor. A medida que pasaban las horas, Matías se dio cuenta de que su deseo más grande se había hecho realidad: su familia y toda la comunidad estaban unidos, felices y llenos de esperanza.

Y así, el árbol de los deseos no solo trajo alegría a los niños, sino que también unió a un pueblo entero, enseñando que la verdadera magia de la Navidad reside en compartir, en los lazos de amistad y en cuidar unos de otros.

Desde aquel entonces, en la víspera de Navidad, todos en Villa Esperanza cuelgan sus deseos en el árbol, recordando que el verdadero espíritu navideño se encuentra en brindar amor y apoyo a quienes nos rodean.

FIN.

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