El Árbol de los Deseos



Era un hermoso día de diciembre en el pueblo de Coloresis, donde los cielos siempre eran azules y las flores brillaban en mil colores. Todo el mundo estaba emocionado porque faltaba poco para Navidad, la época más mágica del año.

La pequeña Lucía era conocida por su amor a la naturaleza. Siempre llevaba un cuaderno donde dibujaba todo lo que veía a su alrededor: arco iris, flores, y hasta la lluvia que a veces caía sobre el pueblo.

Un día, mientras paseaba, Lucía escuchó un susurro entre los árboles. Curiosa, se acercó y encontró un hermoso árbol de Navidad, pero algo era diferente: sus hojas brillaban como si estuvieran iluminadas por miles de lucecitas.

"Hola, pequeña. Soy el Árbol de los Deseos. Cada año, si alguien tiene un deseo puro, puedo ayudarle a hacerlo realidad", dijo el árbol con una voz suave y melodiosa.

Lucía se sorprendió.

"¡Qué mágico! Tengo un deseo, pero no sé si es tan puro...", dijo, pensativa.

"Cuéntamelo, y veré cómo puedo ayudarte", respondió el árbol.

Lucía pensó en su deseo, que era ver la nieve caer en Coloresis. Nunca había visto nieve, ni siquiera en fotos. A sus amigos les encantaba hablar de ello. Así que se armó de valor y dijo:

"Quiero ver la nieve caer aquí en mi pueblo para que todos podamos disfrutarla en Navidad."

El árbol brilló intensamente y entonces, de repente, empezó a llover. Pero no era una lluvia común; eran pequeñas y brillantes bolitas que pronto comenzaron a cubrir el suelo.

"¿Es esto...?", preguntó Lucía, emocionada.

"Sí, pequeña. Esto es nieve. Pero recuerda, todo lo que deseo trae consigo una responsabilidad."

El pueblo pronto se convirtió en un espectáculo deslumbrante, con toda la gente jugando y riendo en el “nieve” que habían recibido. Pero a medida que la nieve comenzaba a acumularse, también traía dificultades, ya que algunos árboles comenzaron a doblarse por el peso. La alegría se tornó preocupación.

"Oh, no. Debemos ayudar!", exclamó Lucía, viendo que algunos árboles necesitaban asistencia.

Lucía tomó la delantera y organizó a todos los niños del pueblo:

"¡Vamos! Debemos juntar nuestras fuerzas y ayudar a los árboles. Solo debemos trabajar juntos."

Con sonrisas y risas, los niños formaron filas y comenzaron a despejar la nieve de los árboles, asegurándose que ninguno se quedara sin ayuda. La comunidad se unió, levantando ramas, cantando y compartiendo buenos momentos.

Después de un rato, Lucía miró a su alrededor, satisfecha con lo que habían logrado.

"¡Miren! ¡El sol está saliendo detrás de las nubes!", señaló, y todos miraron hacia arriba. En ese momento, un espléndido arco iris se formó en el cielo.

Justo cuando todos comenzaron a celebrar, el Árbol de los Deseos habló de nuevo:

"Has aprendido una valiosa lección, Lucía. Los deseos pueden hacerse realidad, pero la verdadera magia está en cómo compartimos y cuidamos de nuestro entorno y los unos de los otros."

"¡Sí! Nunca podré volver a mirar la nieve de la misma manera!", dijo Lucía, sabiendo que no era solo un espectador en la magia, sino también parte de ella.

Así que, esa Navidad, no solo celebraron la nieve, sino también la unión y el amor por la naturaleza, prometiendo cuidar el mundo y ayudar a los demás, siempre rodeados de colores y abrazos.

La historia del árbol de los deseos se convirtió en una leyenda en Coloresis, recordando a todos que el verdadero espíritu de la Navidad no reside solo en los regalos, sino en dar y cuidar a los demás.

FIN.

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