El Árbol de los Deseos
En un pequeño pueblo llamado Villanieve, donde la nieve brillaba como diamantes y el aire estaba lleno del aroma a galletitas de jengibre, vivía una niña llamada Lila. Lila tenía unos ojos que reflejaban la pureza de su corazón, y cada Navidad soñaba con que algo mágico sucediera. Era la niña más generosa del pueblo, siempre compartiendo su alegría y ayudando a los demás.
Una fría tarde de diciembre, mientras decoraba su casa con luces de colores, vio algo extraño en el bosque cercano. Un árbol gigantesco, más alto que cualquier otro que hubiera visto, se destacaba entre los demás, adornado con campanitas doradas y esferas de todos los colores. Nunca había visto algo tan hermoso.
"¡Mamá! ¿Puedo ir a ver ese árbol?" - preguntó Lila, con su voz llena de emoción.
"Claro, pero vuelve antes de que oscurezca," - le respondió su madre, sonriendo.
Lila corrió hacia el árbol y, mientras se acercaba, notó que sus ramas temblaban levemente, como si estuvieran tratando de hablarle. Al llegar, se dio cuenta de que en la base del árbol había un pequeño cartel que decía: "Árbol de los Deseos". En su interior sentía una chispa de magia, así que, impulsada por una curiosidad incontrolable, tocó la corteza del árbol.
"¡Pido que todos tengan una Navidad llena de felicidad!" - exclamó Lila, cerrando los ojos con fuerza.
De repente, una lluvia de estrellas brillantes descendió del cielo, y cada estrella tomó la forma de un regalo. Uno de los regalos sobrevoló a Lila y se detuvo frente a ella. Atónita, lo abrió y encontró un pequeño cuaderno en blanco, con una pluma dorada.
"¿Qué es esto?" - se preguntó Lila, mientras el árbol susurraba suavemente.
"Es el comienzo de tus propias historias. Cada vez que escribas un deseo en este cuaderno, el árbol lo hará realidad hasta que la Navidad termine," - reveló el árbol, con una voz profunda y melodiosa.
Emocionada, Lila decidió usar el cuaderno para ayudar a su comunidad. Escribió sobre un calor especial para los ancianos, juguetes para los niños y comida para aquellos que no tenían. Cada deseo se convertía en una sorpresa maravillosa que aparecía en el pueblo.
Pero, un día, mientras Lila estaba en el bosque, escuchó llantos entre los arbustos. Al acercarse, encontró a un pequeño duende llamado Ringo, atrapado en unas ramas.
"¡Ayúdame, por favor!" - pidió Ringo, con una voz temblorosa.
Sin dudar, Lila se agachó y le ayudó a liberarse.
"Gracias, buena niña. Yo soy el Guardián de los Deseos. He estado observándote, ¡eres increíble! Pero hay un problema. Hay un deseo oscuro que amenaza con borrar la magia de la Navidad. Debemos encontrarlo antes de que sea demasiado tarde" - explicó Ringo.
"¿Cómo puedo ayudar?" - preguntó Lila.
"Debemos reunir los sentimientos positivos del pueblo y multiplicarlos. Solo así podremos proteger la magia. ¡Sígueme!" - dijo Ringo, llevándola a un claro donde todo sucedería.
Juntos, Lila y Ringo organizaron una gran fiesta en el corazón del pueblo. Todos fueron invitados, y la alegría se derramó como el chocolate caliente en los días de frío. Lila pidió a cada persona que compartiera un deseo, no solo para ellos mismos, sino también para los otros. A medida que la gente hablaba, la luz del Árbol de los Deseos brillaba aún más.
De repente, una sombra oscura apareció de entre los árboles. Era un sentimental que había robado la felicidad del pueblo, y comenzó a absorber todos los buenos deseos. Pero entonces, Lila recordó la magia del cuaderno.
"¡No! La Navidad es para compartir, no para quitar. ¡Ayuden a hacer frente a la sombra con sus propios deseos!" - gritó Lila.
La comunidad unida comenzó a compartir historias y deseos, llenando el aire con luz y amor. Lila, Ringo y todos los habitantes del pueblo unieron sus fuerzas, y la sombra empezó a desvanecerse.
"¡El amor siempre gana!" - exclamó Lila, mientras la luz del árbol envolvía a todos en un cálido abrazo de alegría.
Finalmente, la sombra se disolvió, dejando solo un eco de risas y felicidad en el aire. La magia de la Navidad había sido salvada, y el Árbol de los Deseos volvió a relucir más que nunca.
"Gracias, Lila. Has demostrado que el verdadero poder de los deseos está en compartir y ayudar a los demás. Nunca lo olvides" - dijo Ringo, dándole un abrazo.
Y así, en cada Navidad siguiente, el pueblo de Villanieve recordaba cómo la magia no solo estaba en los deseos, sino en el amor y la unión que compartían. Lila continuó escribiendo en su cuaderno, no solo deseos, sino también historias de bondad, y el Árbol de los Deseos siempre sería un símbolo de su capacidad de soñar.
Y cada año, la comunidad se reunía bajo las estrellas, compartiendo risas, amor y deseos, guardando el verdadero espíritu de la Navidad en sus corazones.
FIN.