El árbol de los deseos



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, llamado Villa Esperanza, una niña llamada Lola. Lola era una niña muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, mientras exploraba el bosque cerca de su casa, Lola encontró una extraña planta brillante. Sin pensarlo dos veces, decidió llevarla a casa y cuidarla como si fuera su tesoro más preciado. Los días pasaron y la planta comenzó a crecer rápidamente.

Pronto se convirtió en un árbol mágico con hojas doradas que brillaban al sol. Fascinada por su descubrimiento, Lola decidió llamarlo "Árbol de la Esperanza".

Un día, mientras jugaba bajo el Árbol de la Esperanza, Lola escuchó un ruido proveniente del interior del tronco. Se acercó lentamente y descubrió que había un pequeño duende atrapado dentro. "¡Ayuda! ¡Estoy atrapado!" -gritó el duende. Lola no dudó ni un segundo en ayudar al duende a salir del árbol.

Una vez liberado, el duende le explicó a Lola que él era el guardián del Árbol de la Esperanza y que había quedado atrapado allí por accidente.

Agradecido por haberlo salvado, el duende le dijo a Lola que tenía derecho a pedir tres deseos como recompensa. Pero había una condición: los deseos debían ser desinteresados y tener como objetivo hacer felices a otras personas. Lola pensó durante mucho tiempo sobre qué pediría como sus tres deseos especiales.

Finalmente tomó una decisión y le dijo al duende:"Mi primer deseo es que todos los niños del mundo tengan acceso a la educación, para que puedan aprender y crecer felices". El duende sonrió y concedió su deseo en ese mismo instante.

De repente, escuelas aparecieron en todas partes del mundo, y todos los niños tenían la oportunidad de aprender. Emocionada por el poder de sus deseos, Lola continuó:"Mi segundo deseo es que nunca más haya hambre en el mundo.

Quiero que todas las personas tengan suficiente comida para vivir sanas y fuertes". Nuevamente, el duende asintió con alegría y cumplió su segundo deseo. De repente, granjas florecieron en cada rincón del planeta, asegurando que nadie pasara hambre nunca más.

Lola estaba feliz pero sabía que aún había un último deseo por pedir. Después de pensar mucho tiempo, decidió cuál sería su tercer y último deseo. "Mi tercer deseo es que todas las personas sean amables entre sí.

Quiero un mundo lleno de amor y comprensión donde todos se ayuden mutuamente". El duende sonrió conmovido por la nobleza de Lola y concedió su último deseo.

En ese momento mágico, todas las personas comenzaron a mostrar actos de bondad hacia los demás: ayudaban a los ancianos a cruzar la calle, compartían sus juguetes con otros niños e incluso cuidaban del medio ambiente.

Desde aquel día, Villa Esperanza se convirtió en un lugar maravilloso donde reinaba el amor y la solidaridad entre todos sus habitantes. Lola aprendió una valiosa lección: que los deseos pueden hacerse realidad, pero lo más importante es utilizarlos para hacer el bien y ayudar a los demás.

Ella se convirtió en una inspiración para todos y su historia fue conocida en todo el mundo. Y así, gracias al Árbol de la Esperanza y los deseos desinteresados de Lola, el mundo se transformó en un lugar mejor donde reinaba la felicidad y la comprensión entre todas las personas.

FIN.

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