El árbol de los deseos colectivos


En un pequeño pueblo llamado Valle Esperanza, había un legendario árbol de los deseos situado en el centro de la plaza. Este árbol tenía la peculiaridad de cumplir los deseos de aquellos que mostraban un corazón puro y un espíritu generoso. Todos los años, los estudiantes de la escuela local dedicaban un día a hacer sus deseos y colgarlos en las ramas del árbol. Pero algo inesperado sucedía: solo se cumplían los deseos colectivos, aquellos que buscaban el beneficio de todos. Los deseos egoístas no se cumplían.

Un año, llegó al pueblo una nueva alumna llamada Ana, quien era conocida por sus deseos egoístas y su falta de respeto hacia los demás. Ana no creía en la leyenda del árbol de los deseos y decidió probar suerte. Al igual que los demás estudiantes, escribió su deseo, que era obtener la mejor nota en los exámenes finales para destacarse por encima de todos. Al colgar su deseo en el árbol, Ana se burló de la tradición y se fue.

Los días pasaron y los estudiantes se prepararon para los exámenes finales. Ana estudió mucho y estaba segura de que superaría a todos. Sin embargo, algo extraño sucedió: los exámenes estaban llenos de preguntas que nadie había estudiado. Los estudiantes se ayudaron mutuamente, compartieron sus conocimientos y finalmente aprobaron con éxito.

Al regresar a la plaza, Ana notó que su deseo no se había cumplido. Desconcertada, se acercó al árbol y vio que su deseo estaba cubierto de polvo, indicando que había sido rechazado. En ese momento, comprendió que su deseo egoísta no había sido aceptado por el árbol.

Decidió pedir una oportunidad para rectificar su actitud. Así, escribió un nuevo deseo: que todos los estudiantes tuvieran un año lleno de alegría y amistad. Al colgarlo en el árbol, sintió paz en su corazón. Los días que siguieron fueron maravillosos. Todos los estudiantes se llevaron bien, se apoyaron mutuamente y vivieron momentos inolvidables. Ana se dio cuenta de que había experimentado la verdadera felicidad al preocuparse por los demás.

Desde entonces, Ana se convirtió en una de las estudiantes más queridas del pueblo, y cada año, ella y sus compañeros escribían deseos en armonía con los demás. El árbol de los deseos colectivos les recordaba que la verdadera magia estaba en el respeto y la generosidad hacia los demás.

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