El árbol de los deseos dorados


Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de un hermoso bosque, una bruja llamada Agustina. A pesar de su aspecto misterioso, Agustina era buena y amable con todos los habitantes del lugar.

Un día soleado, mientras paseaba por el bosque, la bruja se encontró con una señora muy triste. La señora tenía un problema: no podía encontrar a su hijo Pedro, quien se había perdido entre los árboles hace unas horas.

Agustina decidió ayudarla y juntas comenzaron a buscar al niño. Caminaron durante mucho tiempo hasta que finalmente encontraron a Ñiño, un pequeño duendecillo que vivía en el bosque.

Ñiño les contó que había visto a Pedro trepando un árbol cercano y comiendo una manzana jugosa. Agustina y la señora corrieron hacia ese árbol y allí estaba Pedro disfrutando de la rica fruta. El niño se sorprendió al ver a las dos mujeres frente a él.

"¡Pedro! ¡Estábamos tan preocupadas por ti!" exclamó la señora abrazándolo fuertemente. "Gracias Ñiño por avisarnos", dijo Agustina sonriendo al duende. "Ahora debemos regresar al pueblo". De vuelta en el pueblo, todos celebraban el regreso seguro de Pedro.

La señora le dio las gracias a Agustina por haberlo encontrado y salvado. El Señor Bosque observaba todo desde lejos y decidió premiar a Agustina por su buena acción. En secreto, hizo crecer un árbol especial en su jardín, un árbol mágico que daba frutos dorados.

Un día, mientras Agustina descansaba bajo la sombra del árbol, una mansana dorada cayó a sus pies. Sorprendida, Agustina tomó la fruta y se dio cuenta de que tenía poderes especiales: podía conceder deseos.

Agustina decidió usar este don para ayudar a los demás. Comenzó a viajar por el mundo llevando consigo las mansanas doradas y regalándolas a aquellos que necesitaban un poco de magia en sus vidas.

La historia de Agustina inspiró a muchos y pronto se convirtió en una leyenda. Las personas comenzaron a creer en la importancia de ayudarse mutuamente y hacer el bien sin esperar nada a cambio.

Así, gracias al valor y bondad de Agustina, el pueblo aprendió que siempre hay esperanza incluso en los momentos más difíciles. Y cada vez que alguien encontraba una mansana dorada caída del árbol mágico, recordaban la importancia de ser amable y generoso con los demás.

Y así termina esta hermosa historia llena de magia y enseñanzas. Recuerda siempre ayudar cuando puedas y nunca subestimes el poder de una buena acción.

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