El árbol de los mil pájaros



Había una vez en un pintoresco pueblito llamado Alas Verdes un árbol gigantesco que se alzaba frente a la casa de Don Martín, un hombre amable y generoso. Este árbol no era un árbol cualquiera; se decía que en sus ramas vivían mil pájaros de todos los colores. Cada mañana, Don Martín se despertaba al canto melodioso de sus amigos emplumados.

"Buenos días, amigos míos", saludaba él al abrir la puerta.

Con una sonrisa, salía al jardín con una bolsa de semillas entre sus manos.

"Hoy les traje su comida favorita, un montón de semillas frescas", decía mientras esparcía las semillas bajo el árbol.

Los pájaros, felices, se lanzaban en picada hacia las semillas que caían al suelo. Era un espectáculo hermoso, en el que todos los colores del arcoíris cobraban vida y volaban en perfecta armonía.

Pasaron los días, las semanas y los meses. Don Martín nunca dejaba de alimentarlos y los pájaros no solo llenaban el aire con su canto, sino que también traían risas y alegrías a su vida. Sin embargo, una mañana, cuando Don Martín se acercó al árbol, notó que algunos pájaros parecían preocupados.

"¿Qué sucede, mis amiguitos?", preguntó preocupado.

"Don Martín, tenemos que hablarte de algo importante", le respondió un loro de plumas verdes llamado Lino.

"¿Qué puede ser tan grave?", inquirió él.

"Estamos oyendo rumores sobre un fuerte viento que se aproximaría y podría derribar este maravilloso árbol", afirmó una canaria amarilla que se llamaba Luna.

Don Martín se quedó pensativo. El árbol era su refugio y su hogar, pero también lo era para los mil pájaros que colgaban de sus ramas. Entonces, se le ocurrió una idea.

"No podemos dejar que eso suceda. ¡Vamos a protegerlo juntos!", exclamó con entusiasmo.

Los pájaros, llenos de energía, comenzaron a darle ideas.

"Podemos hacer un escudo de hojas", sugirió un cardenal rojo.

"O quizá podamos volar en círculo alrededor del árbol y mantenerlo firme", propuso una paloma gris.

Así, con la ayuda de todos los pájaros, Don Martín empezó a trabajar. Durante días, recogieron hojas, ramas caídas y cualquier cosa que pudiera ayudar a reforzar el árbol. Se dispusieron a construir una especie de fortaleza alrededor de la base del árbol, mientras los demás pájaros volaban en círculos en el aire.

Cuando el viento finalmente llegó, era un viento feroz que azotaba Alas Verdes. Pero gracias al trabajo en equipo de Don Martín y los pájaros, el árbol se mantuvo en pie. Las hojas y ramas que habían recolectado actuaron como un escudo protector.

Luego de que el viento pasara, Don Martín, con lágrimas en los ojos, se dirigió a sus amigos.

"No puedo creer que lo logramos, gracias a todos ustedes. Son los mejores amigos que uno podría desear", dijo con gratitud.

Los pájaros comenzaron a cantar en celebración, llenando el aire de risas y melodías.

"Y en agradecimiento por tu cariño y dedicación, ¡te prometemos siempre estar a tu lado!", exclamó Lino.

A partir de ese día, Don Martín no solo fue alimentador de los mil pájaros; se convirtió en su protector. Y los pájaros, que un día fueron solo un espectáculo hermoso, se transformaron en una verdadera familia para él.

Juntos vivieron aventuras extraordinarias, creando lazos inquebrantables. Don Martín aprendió que a veces, al dar amor y comida a otros, uno recibe, a cambio, alegría y amistad. Y los pájaros, por su parte, descubrieron que el trabajo en equipo podía hacer frente a cualquier adversidad.

Así, en el pueblo de Alas Verdes, el árbol de los mil pájaros se convirtió en un símbolo de unidad y amor, donde todos aprendieron que juntos, podían superar cualquier obstáculo y mantener la amistad siempre viva.

FIN.

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