El Árbol de los Nombres



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, había un árbol mágico conocido como El Árbol de los Nombres. Este enorme árbol tenía hojas de colores brillantes que centelleaban bajo la luz del sol. Se decía que cada hoja llevaba el nombre de un niño que había nacido en el pueblo. Cuando un bebé llegaba al mundo, el árbol le regalaba una hoja con un nombre especial, y así el niño crecía con una identidad única.

Un día, Laura, una niña llena de curiosidad, se acercó al árbol. Había escuchado historias sobre él, y sentía que era el momento de descubrir su propio nombre.

"Hola, El Árbol de los Nombres. Soy Laura y tengo muchas ganas de conocerte. ¿Podrías darme uno de tus nombres?" - dijo con voz suave, mirando las hojas que brillaban como joyas.

El árbol, con su voz profunda y resonante, respondió:

"Hola, pequeña Laura. Para que te regale un nombre, primero tienes que ayudarme a entender quién eres de verdad."

Laura se sintió intrigada. "¿Cómo puedo ayudarte? ¡Estoy lista!" - exclamó, sonriendo.

"He notado que algunas hojas han perdido su color. Si me ayudas a devolverles su brillo, yo podré conocer tu esencia y así poder darte tu nombre." - el árbol explicó.

Laura se puso en marcha. Junto a su amigo Tomás, decidieron buscar las hojas apagadas en el suelo. Encontraron una hoja azul que parecía triste.

"Esta hoja necesita un poco de amistad." - dijo Tomás al ver la hoja. "¿Qué tal si la llevamos a jugar con nosotras?"

Jugaron con la hoja, contándole historias y haciéndola reír. Poco a poco, la hoja recuperó su color brillante.

"¡Lo logramos!" - gritó Laura, emocionada. "Vamos por más."

Siguiendo con su tarea, se encontraron con una hoja amarilla que lloraba.

"¿Por qué lloras?" - preguntó Laura.

La hoja respondió sollozando:

"Me siento sola y no tengo amigos."

"No te preocupes. ¡Ahora somos tus amigos!" - animó Tomás. Juntos, compartieron juegos y risas, y pronto la hoja amarilla comenzó a brillar.

Después de varias horas, Laura y Tomás habían devuelto el color y la alegría a muchas hojas. El Árbol de los Nombres observaba con admiración.

"Has demostrado tener un gran corazón, Laura. Al ayudar a las hojas, has mostrado lo que verdaderamente valoras en la vida: la amistad y el amor. Ahora puedo darte tu nombre."

Los ojos de Laura brillaron de emoción. "¿Cuál es mi nombre, El Árbol de los Nombres?"

"Tu nombre es... Amistad. Porque has traído luz a aquellos que estaban tristes y soledad a tus corazones."

Laura sintió una calidez en su pecho y una luz brillante apareció en el árbol, formando una hoja que vibró con energía.

"¡Gracias!" - dijo Laura, sintiéndose más feliz que nunca.

Y así, Laura regresó al pueblo con su nuevo nombre. Desde ese día, fue conocida como "Laura Amistad" y juntos, ella y Tomás continuaron cuidando el árbol y soñando en devolverle la alegría a las hojas que aún necesitaban ayuda. El Árbol de los Nombres se convirtió en un símbolo de amistad y amor, y cada hoja brillaba con un significado único.

Y así, los habitantes del pueblo aprendieron que los nombres son más que solo palabras; son historias llenas de significado y cariño. Con el tiempo, cada niño que nacía, bajo la sombra del árbol, también llevaba en su corazón el mismo espíritu de Amistad.

FIN.

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