El Árbol de los Sueños
Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, un niño llamado Lucas que adoraba explorar. Todos los días, después de ayudar a su mamá con las tareas del hogar, corría hacia el bosque cercano, donde había un árbol muy especial: el Árbol de los Sueños. Este árbol tenía hojas doradas y un tronco robusto, y se decía que quien le contara un sueño, el árbol haría lo posible por ayudarle a cumplirlo.
Un día, mientras Lucas estaba jugando cerca del árbol, vio a su amiga Sofía acercándose.
"¡Hola, Lucas! ¿Qué haces aquí?" - preguntó Sofía con una sonrisa.
"Hola, Sofía. Estoy contándole mis sueños al Árbol de los Sueños. ¿Quieres hacerlo también?" - respondió Lucas emocionado.
Sofía asintió entusiasmada.
"¡Claro! Siempre he soñado con volar como un pájaro. ¿Tú qué sueñas?" - preguntó ella.
"Yo quiero tener un perro que pueda jugar conmigo y correr en el campo." - dijo Lucas.
Ambos se acercaron al árbol y comenzaron a contarle sus sueños. El árbol, escuchando atentamente, hizo un suave susurro en el viento, como si estuviera prometiendo ayudarlos.
Al día siguiente, Lucas se despertó y decidió que iba a buscar su perro. Así que, con su sombrero de explorador, salió rumbo al parque. Por el camino, se encontró con una perra callejera que estaba sola y parecía triste.
"Hola, perrita. ¿Estás perdida?" - le dijo Lucas mientras se agachaba para acariciarla.
La perra movió la cola con alegría, como si le dijera que sí. Lucas entendió que era el momento de hacer su sueño realidad y decidió llevarla con él.
Cuando llegó a casa, Lucas le mostró a su mamá la perra.
"Mamá, ¿puedo quedarme con ella? Prometo cuidar de ella y jugar mucho." - pidió Lucas con una gran sonrisa.
Su mamá miró a la perra y a Lucas. Después de pensarlo un momento, dijo:
"Está bien, pero primero necesitamos asegurarnos de que esté sana y tenga un buen hogar aquí."
Lucas estaba tan contento que saltó de alegría. Así que al día siguiente, llevaron a la perra al veterinario y decidió llamarla Nube, porque su pelaje era suave como las nubes.
Mientras tanto, Sofía seguía soñando con volar. Un día, decidió que era hora de hacer algo al respecto. Fue a la tienda de manualidades y compró materiales para construir un paracaídas con papel y cuerdas.
"Si no puedo volar como un pájaro, al menos puedo intentar deslizarme desde la colina. ¡Vamos, Lucas!" - le dijo a su amigo.
Lucas, emocionado por ayudarla, la acompañó. Subieron juntos a la colina más alta del pueblo. Sofía se colocó el paracaídas que había hecho.
"¡Aquí voy!" - gritó ella, mientras se lanzaba. Al principio, su paracaídas no funcionó muy bien, y cayó suave sobre la hierba.
"¡Sofía, estás bien!" - gritó Lucas, corriendo hacia ella.
"Sí, creo que puedo mejorar mi invento. Vamos a probar de nuevo!" - dijo Sofía, riendo.
Después de varios intentos y ajustes, finalmente, Sofía logró deslizarse sin caer al suelo.
"¡Lo logré! ¡Estoy volando!" - exclamó con alegría mientras miraba a su amiga.
Lucas aplaudió con entusiasmo.
"¡Sofía, sos una genia! ¿Ves como los sueños se pueden cumplir si seguimos intentándolo?" - le dijo.
Desde ese día, Lucas y Sofía se hicieron inseparables y continuaron soñando juntos. Lucas cuidaba de Nube y Sofía seguía experimentando con su paracaídas, buscando nuevas formas de volar. El Árbol de los Sueños los inspiraba cada vez a seguir adelante y nunca rendirse.
Y así, en aquel pequeño pueblo, los niños aprendieron que los sueños, cuando se comparten y se trabajan en equipo, siempre se pueden hacer realidad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.