El Árbol de los Sueños y el Zapato Gancho
Desde hacía muchos años, en un hermoso parque, crecía un árbol enorme y sabio llamado Don Álvaro. Sus ramas eran fuertes y sus hojas brillaban con el sol. Don Álvaro siempre había sido un lugar donde los niños del barrio venían a jugar y a contarle sus sueños.
Un día, mientras varias criaturas del parque se reunían a su sombra para escuchar historias, apareció una mamá coneja con sus tres conejitos. Se llamaban Mía, Lila y Manchitas. La mamá coneja, muy preocupada, decidió hablar con Don Álvaro.
-Mama Coneja: “Don Álvaro, algo raro está pasando. Mis conejitos están tristes porque no saben qué sueño quiere hacer realidad. No saben si quieren ser astronautas, artistas o exploradores. ¡No saben por dónde empezar! ”
-Don Álvaro: “Querida mamá coneja, cada uno de ellos tiene un talento especial. Lo importante es que lo descubran. ¿Por qué no hacemos un concurso de talentos? Así podrán demostrar sus habilidades y encontrar lo que realmente les gusta.”
Animados por la idea, Mía, Lila y Manchitas comenzaron a prepararse para el concurso. Mientras tanto, un extraño zapato viejo y desgastado apareció cerca del árbol. Era un zapato gancho, con un brillo misterioso. Mía se acercó, intrigada.
-Mía: “¿De dónde saliste, zapato mágico? ¡Pareces tener historias para contar! ”
-Zapato Gancho: “¡Hola, pequeña! Sí, soy un zapato especial. Cuando alguien tiene un sueño y está dispuesto a perseguirlo, ¡puedo llevarlos a lugares increíbles! Pero debes contarme tus sueños primero.”
Los conejitos, emocionados, comenzaron a compartir sus sueños con el zapato gancho. Lila soñaba con ser artista y pintar paisajes hermosos. Manchitas quería ser un explorador que descubriera sitios desconocidos, mientras que Mía, la más inquieta, deseaba ser astronauta y volar entre las estrellas.
-Zapato Gancho: “Para hacer realidad esos sueños, tendrán que trabajar duro y ayudar a otros en el camino. ¿Están listos? ”
-Los conejitos, con los ojos brillantes, contestaron al unísono:
“¡Sí! ¡Estamos listos! ”
Así que, el día del concurso llegó. Don Álvaro les dio la bienvenida a todos los animales del parque.
-Don Álvaro: “Hoy celebraremos los sueños! Cada uno podrá mostrar su talento y compartir sus pasiones. ¡Comencemos! ”
Lila fue la primera y, con pincel en mano, pintó un bello paisaje que dejaba sin aliento a todos. Manchitas, con su vestimenta de explorador improvisada, presentó un mapa de tesoros llenos de aventuras. Finalmente, Mía subió a un pequeño cohete hecho de ramas y empezó a contar su anhelo de volar entre los astros.
-Don Álvaro: “¡Qué espectáculos tan maravillosos! Cada uno de ustedes tiene un talento único. ¡Bravo! ”
Después de las presentaciones, el zapato gancho se acercó para darles sus palabras finales.
-Zapato Gancho: “Recuerden, queridos conejitos, que el camino hacia su sueño no siempre será fácil. Habrá días de alegría y días de esfuerzo. Pero si se apoyan mutuamente y nunca pierden la fe en lo que aman, podrán llegar lejos.”
Los conejitos se miraron y asintieron. La mamá coneja sonrió, sintiendo que sus pequeños habían aprendido una valiosa lección.
Tras el concurso, se hicieron un pacto: trabajarían juntos, ayudándose a alcanzar sus sueños. Desde ese día, organizaron actividades, compartieron habilidades y, sobre todo, se divirtieron mientras aprendían.
Nunca olvidaron al zapato gancho, que, como un verdadero amigo, les había recordado que en equipo todo es posible.
Con el paso del tiempo, cada uno de ellos se acercó más a su sueño. Manchitas se convirtió en un gran guía de exploración, Lila en una talentosa artista y Mía, aunque aún fría de miedo, se preparó para el ascenso a las estrellas. Y siempre recordaron que, aunque fueran diferentes cada uno, era su deseo que los unía.
Y así, el parque siguió siendo un lugar mágico donde la amistad y la creatividad florecieron con el paso de los años gracias a la sabiduría de Don Álvaro y la magia del zapato gancho.
FIN.