El árbol de mango mágico



Había una vez un hombre llamado Yake, de origen haitiano, que se había establecido en un campo de la República Dominicana llamado Piedra Grande.

Yake era un hombre trabajador y dedicado, que se ganaba la vida cortando caña, criando animales y cultivando la tierra. Todos los días, Yake se levantaba temprano y se dirigía al campo para comenzar su jornada de trabajo.

Con su machete en mano, cortaba cuidadosamente cada tallo de caña, asegurándose de no dañar las plantas vecinas. Luego llevaba la caña a la fábrica local donde era procesada para hacer azúcar. Además del corte de caña, Yake también tenía una pequeña granja donde criaba gallinas y cerdos.

Cuidaba de sus animales con amor y paciencia, asegurándose de que tuvieran suficiente comida y agua fresca todos los días. Los huevos frescos y la carne sabrosa eran muy apreciados en el pueblo. Pero lo que más disfrutaba Yake era trabajar en su huerto.

Tenía todo tipo de vegetales: tomates rojos y jugosos, zanahorias crujientes, lechugas verdes y pepinos refrescantes. Cuidaba cada planta con esmero y alegría porque sabía que esos alimentos nutrirían a su familia y a él mismo.

Un día, mientras trabajaba en su huerto bajo el sol brillante, Yake encontró algo inesperado: una semilla misteriosa enterrada profundamente en el suelo. Sin pensarlo dos veces, decidió plantarla para ver qué crecería.

Dedicó tiempo y atención a esa semilla especial, regándola todos los días y asegurándose de que recibiera suficiente luz solar. Poco a poco, la semilla comenzó a brotar y crecer.

Para sorpresa de Yake, ¡era un árbol de mango! El árbol de mango creció fuerte y frondoso, lleno de hermosas flores blancas y verdes hojas brillantes. Pero lo mejor estaba por venir: los mangos maduros comenzaron a aparecer en las ramas del árbol.

Eran jugosos y dulces, perfectos para disfrutar en los calurosos días de verano. La noticia sobre el increíble árbol de mango pronto se extendió por todo el pueblo. La gente se acercaba al huerto de Yake para admirar el magnífico árbol y probar sus deliciosos frutos.

Todos estaban asombrados por la historia detrás del árbol mágico. Yake decidió compartir su fortuna con los demás. Cada vez que alguien visitaba su huerto, les regalaba un mango para llevar a casa.

También enseñaba a las personas cómo cuidar sus propios jardines y cómo cultivar alimentos saludables. Su generosidad no pasó desapercibida por las autoridades locales, quienes decidieron reconocer su trabajo duro otorgándole una medalla al mérito agrícola.

Yake estaba muy orgulloso de recibir este honor y sabía que había hecho una diferencia en la vida de muchas personas. Con el tiempo, el huerto de Yake se convirtió en un lugar especial donde la comunidad podía aprender sobre agricultura sostenible e intercambiar conocimientos y experiencias.

Todos admiraban a Yake por su dedicación, perseverancia y espíritu generoso. Y así, la vida de Yake en el campo de Piedra Grande se convirtió en una historia inspiradora para todos.

Su amor por el trabajo, su pasión por la tierra y su deseo de ayudar a los demás demostraron que cualquier sueño puede hacerse realidad si trabajamos duro y compartimos nuestras bendiciones con los demás.

FIN.

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