El Árbol de Manzanas Alto



En un pequeño y encantador pueblo llamado Frutalito, vivía un árbol de manzanas muy especial. No era un árbol cualquiera; era un árbol que se volvía más alto cada vez que alguien se comía una de sus jugosas manzanas. El árbol tenía un tronco robusto y sus ramas estaban siempre llenas de frutos de un rojo brillante que hacían que todos se sintieran felices.

El árbol, al que todos llamaban Don Manzano, era querido por los habitantes del pueblo, sobre todo por los niños que disfrutaban de sus dulces manzanas.

Una mañana soleada, Lucía, una niña curiosa y llena de energía, pasó corriendo por el parque. Ella siempre se había preguntado por qué el árbol parecía crecer un poco más cada vez que comía una manzana.

"Don Manzano, ¿por qué te haces más alto cada vez que alguien come una de tus manzanas?" - preguntó Lucía, mientras tomaba una fruta y le daba un mordisco.

"Eso es un secreto, querida Lucía. Cada vez que alguien disfruta de mis manzanas, yo crezco un poquito más porque estoy feliz de compartir mi fruto. Pero recuerda, hay un límite en lo que puedo crecer" - explicó Don Manzano, con una voz suave como el viento.

Intrigada por la respuesta, Lucía decidió que quería entender más sobre este fenómeno. Así que decidió organizar un evento en el pueblo para invitar a todos a comer manzanas.

"¡Vamos a hacer un Festival de Manzanas!" - exclamó Lucía a sus amigos. "Cada uno traerá un plato hecho con manzanas y compartiremos juntos en el parque. ¡Y así Don Manzano podrá crecer mucho más!"

Los niños se entusiasmaron con la idea y pronto todo el pueblo se unió al festival. Había tartas, compotas, manzanas carameladas, y hasta jugo de manzana. La gente reía y disfrutaba de la comida, mientras Don Manzano crecía un poco más cada instante.

Pero, a medida que el árbol se iba haciendo más alto, empezó a tener un problema: sus ramas más altas se escapaban de los alcances de los niños. Ellos querían alcanzar las manzanas más suculentas, pero las ramas ya estaban muy alejadas del suelo.

"¡No podemos alcanzar aquellas manzanas tan altas!" - lamentó uno de los niños.

Lucía se dio cuenta de que mientras más crecía el árbol, más difícil se hacía disfrutar de sus manzanas. Entonces tuvo una idea brillante.

"¡Construyamos una escalera!" - propuso. "Así podremos llegar a las ramas más altas y disfrutar de las manzanas que están allá arriba".

Todos los niños se pusieron a trabajar y unieron sus fuerzas para construir una escalera de madera que pudiera llegar hasta las ramas más altas del árbol.

Entonces, tras los esfuerzos, pudieron alcanzar las deliciosas manzanas en las alturas y cada bocado hacía que Don Manzano creciera un poco más.

Pero, lejos de sólo disfrutar de las manzanas, decidieron compartirlas con el pueblo. Así que invitaron a los adultos para que también pudieran disfrutar de este regalo del árbol.

Don Manzano, al escucharlos, se sintió muy contento y decidió mostrarles su último secreto.

"Queridos amigos, cuando se trabaja juntos y se comparte, ¡el verdadero crecimiento sucede! No es solo mi altura, sino la alegría de cada uno de ustedes lo que me hace sentir orgulloso" - dijo el árbol, sus hojas brillando al sol.

Lucía y sus amigos comprendieron que el verdadero valor de las manzanas no estaba en su sabor, sino en la felicidad que compartieron al estar juntos, por lo que decidieron hacer del Festival de Manzanas una tradición anual en el pueblo, donde no solo disfrutaran de frutas, sino del compañerismo y la unidad.

Y así, Don Manzano siguió creciendo, pero lo más importante, el árbol aprendió que cada manzana que compartía significaba un trabajo en conjunto y mucha amistad.

Desde ese día, Frutalito se llenó de risas y manzanas, y, año tras año, el árbol seguía creciendo más alto, junto a la historia de un pueblo que nunca olvidó compartir sus frutos ni sus corazones.

FIN.

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