El árbol de Navidad de Martín
En un pequeño pueblo de Alemania, rodeado de montañas nevadas y casas pintorescas, vivía un hombre bondadoso llamado Martín. Cada año, cuando se acercaba la Navidad, Martín sentía como si algo faltara en la celebración. Las luces y los regalos eran hermosos, pero no había un espíritu especial que llenara su corazón con alegría.
Esa Navidad, decidido a encontrar lo que le hacía falta, decidió dar un paseo por el bosque. Mientras caminaba, sintió que el aire se llenaba de un dulce aroma a pino. Al girar una esquina, se topó con un magnífico pino iluminado por la tenue luz del sol. Las ramas estaban cubiertas de una hermosa escarcha, y parecía más que un árbol, un verdadero tesoro del bosque.
"¡Qué árbol tan hermoso!" pensó Martín.
Esa noche, se le ocurrió una idea brillante. Cortó algunas ramas del pino y las llevó a su casa. Con mucho cuidado, decoró las ramas con pequeñas velas que encendía al caer la noche. Cuando terminó, salió a la calle y llamó a los niños del pueblo.
"¡Niños! ¡Vengan a ver lo que he creado!"
Los pequeños corrieron emocionados y quedaron fascinados al ver el resplandor de las velas sobre el verde brillante del pino.
"¡Es el árbol de Navidad más bonito del mundo!" gritó una niña llamada Ana.
"¿Podemos ponerle adornos?" preguntó Tomás, otro niño del grupo.
"Por supuesto, cada uno puede traer algo de su casa para decorarlo," respondió Martín, feliz de la alegría que había generado.
Los días pasaron y pronto el pino se convirtió en el símbolo de la Navidad en ese pequeño pueblo. Cada año, los niños llevaban juguetes, lazos, y manualidades que habían hecho en casa para decorar el árbol.
Pero un año, la nieve cayó con tanta fuerza que aisló al pueblo del resto del mundo. La gente estaba preocupada, y los niños, aunque temerosos, querían celebrar la Navidad.
"¿Qué vamos a hacer, Martín?" preguntó Ana, mirando el árbol que ya no podía ser adornado.
"No se preocupen, hay muchas formas de celebrar sin regalos," les aseguró Martín.
Martín tuvo una idea brillante. Reunió a todos en el centro del pueblo.
"Esta Navidad, en lugar de traernos cosas, hagamos algo especial. Compartamos historias, cante y baile, y creamos recuerdos juntos," propuso.
Todo el pueblo se unió. Los niños contaron cuentos y aprendieron canciones antiguas. Juntos, hicieron una cena con lo que había en cada casa. Al final de la noche, todos se reunieron en torno al árbol y Martín encendió las velas con una chispa de esperanza.
"¡Este árbol sigue siendo nuestro y siempre lo será!" dijo el, haciendo que todos los rostros se iluminaran de alegría.
Así, el espíritu de la Navidad no solo se basó en adornos y regalos, sino en la unión y el amor que se compartieron en esa noche mágica. Con el tiempo, la tradición creció, y cada Navidad, los cuentos, las canciones y las risas se convirtieron en el verdadero tesoro del pueblo.
Desde aquel año, cada vez que la nevada cubría el pueblo, todos recordaban que el verdadero espíritu de la Navidad se encuentra en el calor de la amistad y en los momentos compartidos. Y así, la historia del árbol de Navidad de Martín perduró en el tiempo, como un símbolo de amor y unión.
FIN.