El árbol de Navidad del aula 5
Era el mes de diciembre y la escuela "Estrella Brillante" se llenaba de colores y risas. En el aula 5, la maestra Clara propuso un proyecto especial para el árbol de Navidad.
"¡Niños! Este año, cada uno de ustedes va a traer un adorno que represente algo único de ustedes mismos. Quiero que piensen en lo que les gusta, lo que los hace especiales."
Los chicos miraron a la maestra con distintas expresiones de sorpresa y emoción. Tomás, el más inquieto de la clase, levantó la mano.
"¿Y si no se me ocurre nada, maestra?"
"No te preocupes, Tomás. Puedes pensar en tus hobbies, en tus sueños o incluso en tu mascota. Todo puede ser inspiración."
Días después, cada alumno llegó con su adorno en un papel envuelto. La expectativa se adueñó del aula. Cuando Clara desató los paquetes, la aula se llenó de sonrisas y asombro.
María había traído un pequeño tamborcito de juguete,
"Es para recordar lo que me gusta hacer música. ¡El ritmo me hace feliz!"
Juan, que amaba los animales, presentó un bonito dibujo de un perro.
"Este es mi perrito, se llama Rocky. Es mi mejor amigo."
Los adornos continuaron apareciendo. La historia de cada uno era única, llena de amor y pasión. Sin embargo, cuando Clara desató el último paquete, se encontró con un adorno misterioso, envuelto en un papel brillante.
"¿Quién lo hizo?" preguntó, intrigada.
Nadie decía nada. Todos miraban a un lado, excepto Cami, que estaba sentada con una expresión de nerviosismo.
"Fui yo, maestra..."
"¿Qué es esto, Cami?"
"Es un reloj de papel... porque siempre estoy apurada y nunca me detengo a disfrutar cada momento."
La maestra sonrió dulcemente.
"Es un adorno muy especial, Cami. Significa que debemos recordar detenernos y disfrutar de cada instante."
Entonces, Clara tuvo una idea brillante.
"¿Qué tal si colocamos el reloj en la parte superior del árbol? Este adorno será un recordatorio para todos nosotros."
Los chicos aplaudieron entusiasmados. Mientras montaban el árbol, discutieron cómo cada adorno también representaba sus sueños y esperanzas.
"Así que mi tamborcito quiere que nunca dejemos de bailar y reír, ¿verdad, maestra?" preguntó María.
"Exactamente, María. ¡Deberíamos hacer una fiesta!" dijo Tomás.
Los alumnos comenzaron a planear una celebración. Decidieron que cada uno compartiría algo especial sobre su adorno antes de colgarlo.
La tarde de la festividad llegó. El salón estaba decorado y el árbol brillaba en el centro del aula. Cada niño contó su historia, mientras el reloj de papel brillaba como un faro.
Sin embargo, al final de la celebración, se dieron cuenta de que Cami no se había acercado a colocar su adorno. La maestra la animó.
"Cami, ven. Es tu momento."
Cami se acercó tímidamente y colocó el reloj en la cima. Al hacerlo, sus ojos se iluminaron.
"¡Ahora siento que es mi turno de disfrutar también!"
Y así, el árbol del aula 5 no solo se adornó con objetos únicos, sino que también se llenó de risas, sueños y una enseñanza invaluable sobre vivir el presente.
Cada año volverían a decorarlo, pero ese reloj en la cima sería un recordatorio eterno de que cada alimento de la vida debe ser disfrutado.
Desde entonces, la clase 5 aprendió a celebrar no solo en Navidad, sino todos los días, siendo conscientes de cada momento y de sus sueños.
FIN.