El árbol encantado



Había una vez un hermoso árbol de manzanas en medio de un prado verde y soleado. Este árbol, a diferencia de los demás, tenía la peculiaridad de poder hablar y entender a todos los seres vivos que lo rodeaban.

Un día, una niña llamada Lucía y un niño llamado Tomás se acercaron al árbol. Lucía era curiosa y soñadora, mientras que Tomás era aventurero y valiente.

Ambos se maravillaron al descubrir que el árbol podía comunicarse con ellos. "¡Hola! ¿Cómo están?", preguntó el árbol con entusiasmo. Lucía respondió emocionada: "¡Hola, señor Árbol! Somos Lucía y Tomás. ¿Cómo es posible que hables?"El árbol sonrió amablemente: "Soy especial, puedo comprender a todos los seres vivos.

Pero ustedes también son especiales porque han encontrado la manera de escucharme". Los niños quedaron fascinados por este encuentro mágico e inesperado. Pasaron horas charlando con el árbol sobre sus sueños, deseos y temores más profundos.

Una tarde, mientras jugaban cerca del río cercano al prado, escucharon un llanto desconsolado proveniente del agua. Rápidamente corrieron hacia allí para ver qué sucedía. Descubrieron a una pequeña nutria atrapada entre unas ramas flotantes.

Sin pensarlo dos veces, Tomás se lanzó al agua para rescatarla mientras Lucía sostenía una rama para ayudarlo. Después de mucho esfuerzo lograron liberar a la nutria y la llevaron de vuelta al prado.

La pequeña criatura temblaba de miedo, pero Lucía y Tomás se acercaron lentamente para reconfortarla. "Tranquila, pequeña nutria. Estás a salvo ahora", susurró Lucía mientras acariciaba su cabeza. El árbol, que había observado todo desde lejos, se sintió orgulloso de los niños y decidió ayudarlos en su noble tarea.

Con un movimiento de sus ramas, produjo una cálida brisa que secó el pelaje mojado de la nutria. La nutria miró agradecida a los niños y al árbol: "Gracias por salvarme. Ahora puedo regresar con mi familia".

Lucía sonrió feliz: "Nos alegra haberte ayudado. ¡Cuida bien de ti!". Después del rescate, Lucía y Tomás siguieron visitando al árbol regularmente.

El árbol les contaba historias sobre la importancia del respeto hacia todos los seres vivos y cómo cada uno puede hacer una diferencia en el mundo. Un día, mientras jugaban cerca del árbol como siempre lo hacían, escucharon ruidos extraños provenientes del bosque cercano.

Se asomaron entre los arbustos y descubrieron que un grupo de leñadores estaba talando indiscriminadamente los árboles. Tomás se enfureció: "¡No podemos permitir esto! Los árboles nos dan vida y debemos protegerlos". Lucía asintió decidida: "Tienes razón. Debemos hacer algo".

Los niños corrieron hasta el pueblo más cercano y organizaron una protesta pacífica junto a otros vecinos. Pidieron a las autoridades que protegieran los árboles y concientizaran sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

La noticia se difundió rápidamente y, gracias al esfuerzo de Lucía, Tomás y todos los demás, se logró detener la deforestación en esa área. El árbol estaba orgulloso de los niños: "¡Han demostrado que no importa cuán pequeños sean, pueden generar un gran cambio!"Lucía sonrió: "Gracias por enseñarnos tantas cosas importantes.

Prometemos cuidar siempre de la naturaleza". Y así fue como Lucía y Tomás se convirtieron en guardianes de los árboles y del medio ambiente.

Aprendieron a valorar cada ser vivo que encontraron en su camino, recordando siempre las lecciones del Árbol Manzana. Fin.

FIN.

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