El Árbol Mágico



Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Arbolito, un niño llamado Simón. Simón era un niño curioso y soñador que pasaba sus días explorando el bosque que bordeaba su hogar. Cierta tarde, mientras recogía flores, Simón se topó con un árbol grande y frondoso que nunca había visto antes.

El árbol tenía una corteza brillante y sus hojas parecían brillar bajo el sol. Simón se acercó y, al tocar el tronco, escuchó una voz suave que decía:

"Hola, niño curioso. Soy el Árbol Mágico. ¿Qué te trae aquí?"

Simón, sorprendido, respondió:

"¡Hola! No sabía que podías hablar. Solo venía a jugar con las flores."

"Entonces, ven, Simón. Te enseñaré algo especial."

El árbol movió algunas de sus ramas, y de repente, Simón se encontró flotando en el aire, rodeado de un brillo dorado. El árbol lo llevó a un mundo lleno de criaturas mágicas y colores vibrantes.

"Esto es el Bosque de los Sueños. Aquí todo es posible. Cada criatura y cada planta guarda un secreto. Pero recuerda, siempre debes ser amable y respetar la magia."

Simón exploró el lugar con admiración. Hizo amigos nuevos: un conejo que podía saltar más alto que los árboles, una mariposa que cambiaba de color, y un búho sabio que le contaba historias.

Un día, mientras estaba con sus amigos, el búho se acercó con una expresión preocupada.

"Simón, estamos en problemas. El zorro travieso ha comenzado a robar los sueños de los habitantes del bosque. Sin sueños, perderemos nuestra magia."

Simón, sintiendo que debía ayudar, preguntó:

"¿Cómo podemos detener al zorro?"

"Debemos ir a la Cueva de los Susurros y pedir ayuda al Espíritu de la Noche. Pero el camino es peligroso. Necesitaremos valor y amistad para lograrlo."

Decidido a salvar el bosque, Simón se unió a sus amigos y juntos emprendieron el viaje. Al llegar a la cueva, se encontraron con el zorro.

"¿Qué hacen aquí, pequeños?" preguntó el zorro con una sonrisa traviesa.

"Hemos venido a pedirte que devuelvas los sueños que robaste, Zorro. No está bien jugar con las ilusiones de los demás," respondió Simón.

El zorro rió y dijo:

"¿Y qué me detendría? La magia es divertida, pero también quiero jugar."

Simón miró a sus amigos y recordó lo importante que era la amistad.

"Podemos jugar juntos, Zorro. Pero con reglas. ¿Te gustaría ser parte de nuestro juego? Podemos crear sueños juntos."

El zorro, intrigado, se detuvo a pensar.

"¿De verdad? Nunca he jugado con amigos antes."

Simón extendió su mano.

"Ven, te enseñaremos cómo hacer sueños sin robarlos. La magia se disfruta más cuando se comparte."

El zorro, encantado por la idea, aceptó la oferta. Juntos, transformaron el bosque en un enorme juego donde todos podían soñar e imaginar. Desde entonces, el zorro dejó de robar sueños y se volvió el mejor amigo de Simón y sus amigos.

Y así, gracias al Árbol Mágico, Simón aprendió que la amistad y la bondad son la verdadera magia que no solo hace brillar el mundo, sino que también puede cambiar corazones. Y en el Bosque de los Sueños, ya no había más secretos, solo risas y aventuras compartidas.

Simón regresó al pueblo haciendo promesas de volver a visitar a su amigo el árbol. Sabía que, aunque el mundo fuera a veces difícil, allí había magia y amigos esperándolo siempre. Y así, cada vez que el viento susurraba entre las hojas, parecía cantar una canción sobre la importancia de ser amable y solidario.

Desde ese día, Simón nunca dejó de explorar, porque la aventura más grande de todas era la amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!