El Árbol Mágico de la Alegría



Érase una vez en un hermoso bosque un árbol llamado Lindo. Lindo no era un árbol cualquiera: sus hojas eran de un verde radiante y sus ramas estaban cubiertas de flores de todos los colores. Los animales del bosque venían a admirarlo y, a veces, a charlar con él.

Un día, mientras un grupo de pajaritos cantaba en sus ramas, se acercó una pequeña ardilla llamada Rosita.

"Hola, Lindo. ¿Te gustaría tener un concurso de belleza?" - preguntó Rosita con mucha emoción.

Lindo, entusiasmado, respondió:

"¡Claro, Rosita! ¡Es una idea maravillosa! Pero, ¿quiénes podrían participar?"

"Podrían participar todos los árboles del bosque. ¡Voy a avisarles!" - exclamó la ardilla.

Así que Rosita corrió por el bosque, invitando a cada árbol, desde los más altos hasta los más pequeños. Pronto, todos estaban emocionados por el concurso. Sin embargo, había un árbol solitario, llamado Torbio, que no fue invitado. Torbio era un árbol viejo y su apariencia no era tan bonita como la de Lindo. Tenía la corteza agrietada y sus ramas estaban casi desprovistas de hojas.

Un día, mientras Lindo se preparaba para el concurso, escuchó un susurro. Era Torbio.

"¿Por qué no me invitaron al concurso?" - preguntó Torbio con tristeza.

Lindo, sorprendido, le respondió:

"No lo sabía, Torbio. ¡Eres muy importante también! Eres parte de este bosque."

"Pero no soy tan lindo como vos. No tengo flores hermosas y mis ramas están deshojadas." - se lamentó Torbio.

"La belleza no solo es exterior. ¿Por qué no nos cuentas alguna de tus historias?" - sugirió Lindo.

Torbio sonrió, recordó sus viejos tiempos y comenzó a contar:

"Yo he visto crecer a las criaturas del bosque, he sido el hogar de muchos pájaros y he escuchado risas y secretos de los que jugaban a mi alrededor."

Los pajaritos y las ardillas quedaron fascinados con sus relatos. Lindo se dio cuenta de que Torbio tenía una riqueza interior que él mismo no poseía.

"¿Sabes qué, Torbio? A partir de hoy, tú también participarás en el concurso. Todos debemos conocer tus historias. ¡Las historias son la verdadera belleza!" - dijo Lindo con determinación.

Torbio se sintió humilde, pero feliz. Así empezaron a compartir las historias de Torbio en el concurso. El evento se transformó: además de decidir quién era el más bello, el bosque entero participaba contando anécdotas, risas y recuerdos.

Al final del día, Lindo se dio cuenta de que todos los árboles eran hermosos a su manera. Y mientras el sol se ponía, todos los árboles se unieron en una celebración:

"¡La belleza está en lo que compartimos!" - exclamaron al unísono.

Lindo se sentía más alegre que nunca. Aprendió que lo importante no eran solo las flores o las hojas verdes, sino el valor de cada árbol y las historias que llevaban consigo. Desde ese día, Lindo no solo fue conocido por su apariencia, sino por ser el árbol que unió a todos a través de la amistad y la alegría de contar historias.

Y así, el bosque se llenó de risas, relatos y un profundo respeto hacia la diversidad, entendiendo que cada uno, sin importar su apariencia, tiene una belleza singular que aportar al mundo.

FIN.

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