El árbol mágico de las palabras



En un pequeño pueblo argentino, había un grupo de niños que asistían a la escuelita del barrio. Su maestro, el querido don Mateo, siempre les contaba historias fascinantes sobre palabras y su significado. Un día, mientras exploraban el bosque detrás de la escuela, encontraron un árbol muy especial que parecía brillar con un resplandor dorado.

"Miren eso!" - gritó Lucía, la más aventurera del grupo. "¿Qué será?"

"No lo sé, pero vamos a ver!" - respondió Tomás, llenándose de curiosidad.

Cuando se acercaron, se dieron cuenta de que el árbol estaba cubierto de hojas que tenían palabras escritas. Cada hoja que tocaban susurraba el significado de esa palabra en un susurro melódico.

"¿Escucharon? ¡Es como si el árbol hablara!" - exclamó Martín, el más soñador. "¡Esto es mágico!"

"¡Vamos a contarle a don Mateo!" - sugirió Sofía, emocionada. Los niños regresaron corriendo a la escuela.

Don Mateo, intrigado, los llevó de nuevo al árbol. Cuando llegaron, se maravilló al ver las hojas.

"Esto es verdaderamente extraordinario," - comentó don Mateo, "cada palabra es una historia esperando ser contada."

Los niños rápidamente comenzaron a tocar las hojas, y cada vez que lo hacían, se unían a la magia del árbol, creando historias llenas de aventuras.

"¡Escuché la palabra ‘amistad’!" - dijo Martín. "Podemos inventar una historia sobre eso."

Decidieron contar historias entre todos, y así comenzaron a crear un mundo de fantasías usando las palabras del árbol.

De repente, una hoja se desprendió y voló hacia el cielo.

"¡Qué pasó!" - gritó Sofía, asustada.

"Se escapó una palabra!" - exclamó Tomás, preocupado.

"¿Y si no vuelve?" - preguntó Lucía, temiendo que perderían la magia.

Don Mateo les sugirió que cada vez que una hoja volara, tenían que usar su imaginación para inventar su propia historia.

"La magia del árbol no solo está en las hojas, sino también en sus corazones," - les dijo. "Así que, si una hoja se pierde, otra historia puede nacer."

Siguiendo el consejo de don Mateo, los niños comenzaron a inventar historias cada vez más creativas. Sin embargo, cada vez que una palabra escapaba, la tristeza los invadía, y el árbol comenzó a perder su brillo.

"¿Qué haremos ahora?" - preguntó Sofía, sintiéndose preocupada. "El árbol se está apagando."

"Necesitamos buscar nuevas palabras para devolverle la luz," - dijo Martín decidido. "Vamos a crear un cuento juntas."

Juntos se sentaron bajo el árbol y empezaron a compartir sus propias palabras, y fue así que, al contar sus historias, se dieron cuenta que habían creado una conexión entre ellos y el árbol.

"¡Miren!" - exclamó Tomás. "El árbol brilla más intensamente!"

Al ver que el árbol recuperaba su brillo, se sintieron felices y emocionados.

"Esto es increíble! Cada palabra que compartimos lo fortalece," - dijo Lucía. "Es como una cadena de amistad."

A partir de ese día, los niños se comprometieron a contarles al árbol cada nueva palabra que aprendieran, a cuidarlo y a usar sus historias para inspirar a otros en la escuela. Don Mateo les dijo que la verdadera magia de las palabras estaba en cómo podían conectarlos a ellos y a los otros.

Una tarde, mientras el sol se ponía, los niños se despidieron del árbol, prometiendo regresar cada semana.

"Gracias, árbol mágico!" - gritaron juntos. "Te enseñaremos más palabras!"

Y así, el árbol se convirtió en un lugar especial para todos, un símbolo de amistad, imaginación y el poder de las palabras. La escuelita del barrio pronto se llenó de cuentos, historias y risas, convirtiendo a los niños en verdaderos guardianes de la magia de las palabras.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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