El Árbol Mágico de Navidad



Era una vez un pequeño pueblo llamado Villanieve, donde cada diciembre la gente preparaba con mucha ilusión la llegada de la Navidad. En el centro del pueblo había un gran árbol de navidad que todos los años decoraban con luces brillantes, cintas de colores y un sinfín de adornos. Sin embargo, ese año, algo extraño sucedió.

Lucas, un niño curioso y aventurero, llegó al pueblo exactamente cuando los vecinos se preparaban para adornar el árbol. Con la mirada iluminada, se acercó a un grupo de niños que ya estaban decorándolo.

"¿Puedo ayudar?" - preguntó Lucas emocionado.

"¡Claro! Aquí hay un montón de bolas de colores" - respondió Clara, una chica de su edad.

Mientras decoraban, Lucas notó que entre las ramas del árbol había algo diferente. Una pequeña estrellita brillaba intensamente, como si tuviera vida propia.

"¿Vieron eso?" - exclamó Lucas.

"Es solo una estrella, Lucas" - contestó Tomás, un niño que siempre parecía escéptico.

Pero Lucas no se rindió. Esa noche, cuando todos se fueron a dormir, él decidió regresar al árbol para ver la estrellita de cerca. Al acercarse, se dio cuenta de que no era solo una estrella; era un pequeño hada con alas brillantes.

"Hola, Lucas" - dijo el hada con una voz suave.

"¿Tú puedes hablar?" - preguntó Lucas sorprendido.

"Sí, yo soy Luz, el hada del árbol de Navidad. Cada año, vengo a cuidar de este árbol y ayudar a que la felicidad brille en los corazones de los niños" - explicó ella.

Lucas se quedó boquiabierto. Nunca había conocido un hada.

"¿Por qué brillas tanto?" - inquirió él.

"Porque la felicidad se comparte, y cuando hay alegría, todos brillamos más. Pero..." - se detuvo un momento "este año las cosas son diferentes. Algunas familias del pueblo están preocupadas, y eso está afectando la magia de la Navidad. Sin alegría, el árbol perderá su brillo".

Lucas sintió un nudo en el estómago.

"¿Qué podemos hacer?" - preguntó.

"Necesitamos ayudar a que la gente recupere la alegría" - respondió Luz.

Aquella noche, Lucas se llenó de ideas. A la mañana siguiente, reunió a sus amigos.

"Chicos, tenemos que hacer que todos sonrían otra vez. ¡Es Navidad!" - propuso.

Así que comenzaron a organizar diferentes actividades: juegos, una obra de teatro, y hasta un concurso de galletas de jengibre. Sin embargo, el día del evento, el clima no ayudó.

"No puedo creer que llueva justo hoy" - se quejó Clara.

"No podemos rendirnos. ¿Y si hacemos la actividad bajo el gran toldo del mercado?" - sugirió Tomás.

Con mucha esfuerzo, montaron todo en el mercado y comenzaron a invitar a la gente del pueblo. Aunque al principio miraron con desánimo, poco a poco comenzaron a unirse y a participar.

La lluvia se transformó en risa, la tristeza en alegría. Todos compartieron historias y risas, y cuando llegó la noche, el pueblo se llenó de luces y felicidad.

Lucas miró hacia el árbol y vio que la estrellita brillaba más que nunca.

"¡Lo logramos!" - gritó feliz.

"Sí, y gracias a ustedes, la magia de la Navidad está de vuelta" - dijo Luz, el hada, que apareció nuevamente.

Así, el pueblo de Villanieve aprendió que la verdadera esencia de la Navidad no son los regalos ni los adornos, sino el compartir alegría y momentos con los demás. Desde ese día, cada año, los niños organizaban una actividad para que la chispa de la felicidad nunca se apagara, y el árbol siguió brillando más cada Navidad.

Y así, en lugar de un simple árbol, Villanieve se convirtió en un lugar mágico, donde el amor y la alegría eran los verdaderos adornos de la Navidad.

FIN.

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