El árbol mágico de Villa Navidad



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina llamado Villa Navidad, un grupo de niños muy emocionados por la llegada de las fiestas navideñas.

Entre ellos se encontraban Lucía, Juanito y Martín, tres amigos inseparables que siempre buscaban aventuras juntos. Un día, mientras paseaban por el bosque cercano a sus casas, los niños se dieron cuenta de que no tenían un abeto para decorar en casa.

Sabían que era una tradición tener uno durante la Navidad y no querían quedarse sin él. Decididos a encontrar el árbol perfecto, comenzaron su búsqueda adentrándose cada vez más en el espeso bosque. Caminaron y caminaron hasta llegar a un claro donde encontraron varios abetos altos y frondosos.

Lucía señaló uno especialmente hermoso y exclamó: "¡Este es perfecto! Será nuestro árbol de Navidad".

Los niños estaban emocionados pero justo cuando iban a cortarlo con mucho cuidado, escucharon una vocecita:"¡Esperen! ¡No me corten!"Los niños se miraron sorprendidos y buscaron con la mirada al dueño de esa vocecita. Detrás del árbol apareció Serafín, un pequeño duendecillo vestido con ropa verde y roja. "¿Quién eres?" preguntó Juanito asombrado. "Soy Serafín, guardián del bosque" respondió el duendecillo.

"Estos abetos son mi hogar y no puedo permitir que los corten". Los niños comprendieron entonces que estaban invadiendo el hogar de Serafín y se disculparon por su descuido. "Lo siento mucho, Serafín. No sabíamos que vivías aquí" dijo Martín apenado.

El duendecillo sonrió y les explicó que ellos podían tener un árbol de Navidad sin necesidad de cortarlo. Les contó sobre la importancia de cuidar la naturaleza y cómo podían decorar un abeto sin dañarlo.

Inspirados por las palabras del guardián del bosque, los niños decidieron buscar una alternativa para su árbol navideño. Caminaron hasta llegar a un río cercano donde encontraron ramas caídas y piñas en el suelo.

Con mucha creatividad, recolectaron las ramas y las ataron formando una estructura triangular. Luego, decoraron el "árbol" con las piñas que encontraron en el bosque e incluso le añadieron algunas luces parpadeantes para darle ese toque especial. Cuando terminaron, se quedaron admirando su creación con orgullo.

Aunque no era un abeto real, era hermoso y lleno de magia navideña. Desde aquel día, los niños aprendieron a valorar la naturaleza y a ser conscientes del impacto que sus acciones pueden tener en ella.

Además, compartieron su historia con otros niños del pueblo, inspirándolos a buscar alternativas más sostenibles para celebrar la Navidad. Y así fue como Villa Navidad se convirtió en un lugar donde los abetos eran admirados desde lejos pero no cortados.

Los niños entendieron que podemos disfrutar de la belleza de la naturaleza sin dañarla y juntos crearon una nueva tradición navideña llena de creatividad y respeto por el medio ambiente.

Y así, en cada Navidad, los niños de Villa Navidad decoraban su árbol hecho con ramas y piñas, recordando siempre la lección que Serafín les había enseñado: la importancia de cuidar y proteger nuestro hogar, la Tierra.

FIN.

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