El árbol mágico del trabajo en equipo
Había una vez una maestra llamada Ailin, que enseñaba en un jardín de infantes muy especial. Sus alumnos eran niños y niñas llenos de energía y ganas de aprender.
Un día, mientras los niños jugaban en el patio del colegio, Ailin se dio cuenta de algo extraño. Había un árbol muy viejo y grande que parecía estar triste. Sus hojas estaban marchitas y caídas, y no tenía ningún fruto.
Ailin decidió acercarse al árbol y preguntarle qué le pasaba. Para su sorpresa, el árbol comenzó a hablar:"Estoy triste porque ya no tengo fuerzas para crecer", dijo el árbol con voz débil.
Ailin pensó por un momento y tuvo una idea brillante: "¡Vamos a ayudarte a crecer!", exclamó emocionada. Esa misma tarde, Ailin reunió a todos sus alumnos en el salón de clases y les contó lo que había sucedido con el árbol. Los niños escucharon atentamente y se emocionaron al saber que podían ayudarlo.
"¿Cómo podemos hacerlo?", preguntaron curiosos los pequeños. Ailin les explicó que cada uno debía traer una semilla al día siguiente para plantarla cerca del árbol. Así podrían ver cómo crecían juntos.
Al día siguiente, los niños llegaron al colegio con semillas de diferentes plantas: girasoles, margaritas, zanahorias e incluso tomates cherry. Con mucho cuidado, cada uno plantó su semilla cerca del árbol triste. Los días pasaron y los niños regaban las semillas con amor y dedicación.
Poco a poco, el árbol comenzó a cambiar. Sus hojas volvieron a ser verdes y sus ramas se llenaron de vida.
Un día, cuando los niños llegaron al colegio, se encontraron con una gran sorpresa: ¡el árbol estaba lleno de flores y frutos! Los girasoles brillaban como soles amarillos, las margaritas parecían pequeños rayos de luna blanca, las zanahorias crecieron naranjas y jugosas, y los tomates cherry eran tan rojos como corazones llenos de amor.
Los niños no podían contener su alegría. Habían logrado hacer crecer al árbol triste gracias a su trabajo en equipo y cuidado constante.
Ailin les explicó que así como habían ayudado al árbol a crecer, también podían ayudarse entre ellos para aprender cosas nuevas cada día. Les enseñó la importancia del compañerismo, la solidaridad y el respeto hacia los demás.
Desde ese día, Ailin y sus alumnos siempre recordaron la lección que aprendieron junto al árbol: que todos podemos crecer si nos apoyamos mutuamente. Y así fue como el jardín de infantes se convirtió en un lugar donde los sueños florecen gracias a la magia del trabajo en equipo.
FIN.