El Árbol Maravilloso
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Brilloluz, un niño llamado Tomás que esperaba con ansias la llegada de la Navidad. Cada año, su familia decoraba un hermoso árbol de Navidad en su sala, pero este año iba a ser especial porque Tomás soñaba con hacer algo diferente.
Una tarde, mientras paseaba por el bosque cercano, Tomás encontró un árbol muy extraño. Tenía ramas brillantes y hojas de colores vibrantes.
"¡Este árbol es mágico!" - exclamó Tomás.
Decidió llevarlo a su casa y decorar este árbol en lugar del común. Con la ayuda de su mamá, comenzaron a armarlo en la sala de estar. Pero en lugar de las típicas esferas y luces, Tomás quería algo único.
"¿Podemos usar flores en lugar de esferas?" - preguntó emocionado.
"Claro, mi amor, pero ¿qué más haremos?" - respondió su mamá.
Tomás pensó por un momento. Desde su ventana, miró la calle llena de luces de colores y se le ocurrió una idea brillante.
"¡Las luces de colores! Pero no solo eso, también podemos hacer regalos para nuestros vecinos, así ellos vienen a ver nuestro árbol y podremos compartir la alegría de la Navidad con todos."
Los días pasaron y Tomás se dedicó a recolectar flores de todos los colores que podía encontrar. Recogió margaritas, girasoles y hasta rosas.
Tomás y su mamá también prepararon pequeños regalos hechos a mano con amor: pulseritas de cuentas, dibujos, y galletitas. La noche de la víspera de Navidad, el árbol brillaba con todo su esplendor. Las flores, en lugar de esferas, danzaban con el viento, y la casa estaba llena de luces que titilaban como estrellas.
"Este árbol es hermoso, Tomás" - dijo su papá mientras contemplaba la decoración.
"Lo hicimos con amor, papá!" - respondió Tomás, sonriendo.
Al caer la noche, los vecinos comenzaron a llegar. Al entrar en la casa, sus rostros se iluminaban con asombro.
"¡Qué árbol tan especial!" - exclamó la señora Estela, una anciana del barrio.
"Y esos regalos son una hermosa idea, Tomás" - agregó Juanito, su amigo.
Mientras todos se reían y compartían, Tomás se dio cuenta de que la verdadera magia de la Navidad no estaban en los adornos materiales, sino en la alegría de compartir y estar juntos.
De pronto escucharon un pequeño estallido. Inquieto, Tomás miró hacia el árbol: una hermosa estrella dorada apareció en la cima, iluminando todo a su alrededor.
"¡Mirá, mamá!" - gritó lleno de alegría.
"Es la estrella de la amistad, Tomás, brilla por todos los buenos momentos que compartimos hoy y los que vendrán" - dijo su mamá, con una sonrisa.
Y así, con el corazón lleno de amor y alegría, Tomás comprendió que la Navidad es un momento para compartir, para dar y para celebrar con los que uno ama. Desde ese año, el árbol de flores y luces de Tomás se convirtió en la tradición del pueblo, un símbolo de unidad y amistad, donde cada año, todos volvían a unir sus corazones, incluyendo siempre un nuevo regalo hecho con amor.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.