El árbol que enseñó a Martiniano
Había una vez un niño llamado Martiniano, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Era un niño muy inteligente y curioso, pero tenía un problema: no quería ir al colegio.
Todas las mañanas, cuando su mamá le decía que era hora de ir a la escuela, él se ponía triste y hacía todo lo posible para convencerla de que se quedara en casa.
Un día, cansada de sus protestas, su mamá decidió llevarlo a visitar al abuelo Manuel, quien era conocido por ser sabio y contar historias maravillosas. Cuando llegaron a la casa del abuelo Manuel, Martiniano estaba aburrido y enfadado. Pero el abuelo Manuel tenía algo especial preparado para él.
—"Martiniano" , dijo el abuelo con una sonrisa cálida. "Hoy te voy a contar una historia muy especial. Es la historia del árbol mágico". Los ojos de Martiniano se iluminaron de emoción mientras se acomodaba junto al abuelo Manuel.
El abuelo comenzó su relato: "Érase una vez un árbol mágico en medio del bosque encantado. Este árbol tenía unas hojas brillantes y coloridas que bailaban al son del viento".
Martiniano imaginaba el hermoso árbol en su mente mientras escuchaba atentamente cada palabra. "Este árbol mágico solo podía crecer si los niños iban a la escuela", continuó el abuelo. "Cada vez que un niño asistía a clases con alegría y ganas de aprender, el árbol brillaba más y más".
Martiniano se quedó pensativo por un momento. Nunca había imaginado que su asistencia a la escuela pudiera tener un impacto tan grande.
"Pero, abuelo", preguntó Martiniano, "¿qué pasa si no quiero ir a la escuela? ¿El árbol dejará de crecer?". El abuelo Manuel sonrió y le respondió: "No te preocupes, querido Martiniano. El árbol mágico tiene una solución para eso también.
Si un niño no quiere ir a la escuela, el árbol envía pequeños duendes que lo visitan en sueños para recordarle lo maravilloso que es aprender cosas nuevas y hacer amigos". Martiniano se sorprendió ante la idea de los duendes y comenzó a imaginar cómo sería recibir su visita en sus sueños.
"Entonces, abuelo", dijo Martiniano con determinación, "a partir de hoy prometo ir al colegio con alegría y ganas de aprender para ayudar al árbol mágico a crecer". El abuelo Manuel sonrió orgulloso y le dio un fuerte abrazo a Martiniano.
Desde ese día en adelante, cada mañana Martiniano se levantaba emocionado por ir al colegio y compartir todo lo aprendido con el árbol mágico. Con el tiempo, los profesores notaron el cambio en Martiniano.
Se convirtió en un estudiante ejemplar que siempre estaba dispuesto a ayudar a sus compañeros. Y así fue como el árbol mágico siguió creciendo gracias al entusiasmo de Martiniano y muchos otros niños del pueblo.
Todos ellos comprendieron la importancia de la educación y cómo su esfuerzo podía hacer que el mundo fuera un lugar mejor. Martiniano aprendió que cada día en el colegio era una oportunidad para descubrir algo nuevo, para hacer amigos y para ayudar al árbol mágico a brillar aún más.
Y así, con su alegría y ganas de aprender, Martiniano se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo, demostrando que la escuela puede ser divertida y emocionante si uno está dispuesto a darle una oportunidad.
FIN.