El árbol que no encontró Lucas
Era diciembre y, como cada año, Lucas se preparaba para su aventura favorita: la búsqueda del árbol de Navidad perfecto en el bosque. Con el gorro de lana bien puesto y sus botas nuevas, subió la colina junto a su mamá, arrojando un puñado de nieve al aire.
"¡Vamos, mamá! Este año quiero un árbol gigante, con ramas largas y llenas de luces", exclamó Lucas, emocionado.
Pero cuando llegaron al lugar donde siempre encontraron sus árboles, se encontró con una escena desoladora: enormes máquinas trabajando, pisos de cemento y hombres con cascos. El bosque había desaparecido y, en su lugar, se alzaba un gran centro comercial.
"¿Qué pasó?", preguntó Lucas, con la voz quebrada.
"No lo sé, cariño. Esto es algo que a veces sucede", contestó su mamá, con tristeza en su mirada.
Lucas sintió que un nudo se le formaba en la garganta. Había ido tantas veces al bosque, había jugado entre los árboles y ahora todo eso ya no existía. Sin saber qué hacer, comenzó a bajar la colina, desilusionado. La idea de un árbol artificial no le gustaba ni un poco, y mucho menos que el bosque ya no estaba más.
Al llegar a casa, cerró la puerta de su habitación y se sentó en el piso, abrazando su peluche favorito. Su mamá entró y se sentó a su lado.
"¿Por qué lloro por un árbol, mamá?", preguntó Lucas.
"A veces somos egoístas, hijo. Qu queremos lo que nos gusta sin pensar en cómo nuestras elecciones afectan a la naturaleza", respondió su mamá, suavemente.
Eso hizo que Lucas pensara. Decidió que tenía que hacer algo para ayudar al bosque, aunque ya no estuviera. Así que al día siguiente, se levantó temprano y se vistió rápidamente. Cogió sus galletas y una botella de agua, y salió hacia el parque de su barrio.
"¡Hola, chicos!", saludó a sus amigos. "¿Quieren ayudarme a limpiar el parque?".
Sus amigos, intrigados, decidieron unirse y, juntos, comenzaron a recoger la basura del lugar. Mientras trabajaban, Lucas les contó sobre la importancia de cuidar la naturaleza.
"Si no cuidamos nuestro parque, también podría pasar lo mismo que pasó en el bosque", explicó Lucas, entusiasmado.
Poco a poco, otros niños se unieron y, sin darse cuenta, habían formado un equipo de pequeños guardianes del parque. Crearon carteles para fomentar el cuidado del medio ambiente, y un día, decidieron plantar algunos árboles para reemplazar los que se habían perdido.
Con el tiempo, el parque comenzó a lucir mejor y los adultos del barrio se unieron a ellos, apoyando la iniciativa. Un día, mientras todos estaban plantando un nuevo árbol, la mamá de Lucas lo observaba con orgullo.
"No necesitás un centro comercial para ser feliz, Lucas. Tu corazón está construyendo algo mucho mejor", le dijo.
El niño sonrió, contento. Había aprendido que, aunque no había encontrado su árbol de Navidad, había sembrado algo aún más especial: una esperanza.
Así, Lucas y sus amigos hicieron del parque un lugar hermoso para todos, lleno de vida y risas. En diciembre, celebraron la Navidad bajo el fresco aroma de los árboles recién plantados y disfrutaron de una fiesta organizada en honor al vínculo que habían creado con la naturaleza.
Y cada año, cuando llegaba la época navideña, recordaban el año en que Lucas había decidido que lo más importante no era solo buscar un árbol, sino cuidar de los árboles que ya existían. Y así, aprendieron que, a veces, perder algo que querés puede llevarte a encontrar algo mucho más significativo y hermoso, como la amistad y el amor por la naturaleza.
FIN.