El Árbol que Quería Ir a la Escuela



En el pintoresco pueblo de Kerani, había un árbol enorme y frondoso llamado Roble. Roble era un árbol muy especial, pues soñaba con ir a la escuela Pedro Domingo Murillo. Todos los días, veía a los niños correr hacia la escuela con sus mochilas llenas de libros y deseaba con todas sus fuerzas ser uno de ellos.

Un día soleado, mientras los niños jugaban en el parque, Roble decidió que era el momento de compartir su sueño con sus amigos. "- Hola, chicos!" dijo con su voz suave como el viento. "- ¿Alguno de ustedes sabe cómo podría ir a la escuela?".

Los niños se miraron sorprendidos. "- Roble, ¡pero sos un árbol!" exclamó Sofía, una niña de 8 años. "- No podés ir a la escuela como nosotros".

"- Pero tengo tanto que aprender!" respondió Roble, moviendo sus ramas con entusiasmo. "- Quiero conocer todo lo que hay en los libros y hacer amigos como ustedes!".

Los niños, conmovidos por el deseo de su amigo, comenzaron a pensar en cómo podrían ayudarlo. "- ¿Y si hacemos una escuela aquí, bajo tu sombra?" sugirió Tomás, un niño curioso.

"- ¡Eso sería genial!" exclamó Roble, sus hojas brillando de emoción.

Al día siguiente, los niños llegaron con pizarras, libros de cuentos y lápices. "- ¡Bienvenidos a la escuela del Roble!" gritó Sofía con una sonrisa.

Todos los días, se reunían bajo su sombra y Roble escuchaba atentamente mientras los niños le enseñaban. Aprendió sobre colores, números y hasta historias mágicas. Se sintió feliz, pero... también había algo que lo preocupaba.

"- ¿Chicos, les gustaría que yo les enseñara también?" preguntó un día Roble.

"- ¡Sí!" gritaron al unísono.

"- Bueno, puedo contarles sobre la naturaleza, los animales y las estaciones".

Los días pasaron y la escuela del Roble fue creciendo. Cada vez más niños llegaban, atraídos por la idea de aprender de un árbol. Pero no todo era perfecto. Un día, un grupo de adultos del pueblo se acercó.

"- ¿Qué están haciendo aquí?" preguntó el señor Pérez, el alcalde. "- No pueden tener una escuela bajo un árbol!".

Los niños se sintieron tristes, intentando explicar lo maravilloso que había sido aprender con Roble. El alcalde frunció el ceño. "- Eso no es lo que se considera una verdadera escuela..." fue lo que dijo.

Roble, sintiéndose impotente pero decidido, decidió hablar. "- ¡Por favor! No se trata solo del lugar, sino del conocimiento que compartimos y de lo felices que somos aprendiendo juntos!".

Los adultos lo miraron atónitos. ¿Podía un árbol hablar? El señor Pérez sonrió. "- Entonces, tal vez puedas ayudarnos a cambiar de opinión sobre lo que significa una escuela".

Convocaron una reunión en el centro del pueblo. Roble fue el invitado especial, y los niños lo acompañaron. Los padres y adultos del pueblo escucharon maravillados mientras Roble hablaba sobre la importancia de aprender y compartir. Con cada palabra, lograba que todos comprendieran que educarse no solo se trataba de un edificio, sino de aprender unos de otros y disfrutar del conocimiento.

Al final de su discurso, el pueblo aplaudió. El alcalde se puso de pie. "- Creo que hemos estado equivocados. No necesitamos un aula clásica para aprender. Aprender en la naturaleza, con un amigo tan sabio como Roble, puede ser igual de valioso".

Desde ese día, las clases continuaron bajo la sombra de Roble, ahora oficialmente reconocidas por la comunidad. El árbol no solo cumplió su sueño de aprender, sino que también enseñó a todos una lección valiosa sobre la educación y la amistad.

Y así, en el pueblo de Kerani, el árbol se convirtió en el maestro más querido de todos, y los niños aprendieron que la sabiduría puede tomarse de cualquier forma, hasta de un árbol gigante que solo quería ser parte de su mundo.

Cada año, el pueblo celebraba el "Día del Roble" en su honor, recordando a todos la importancia de los sueños y cómo, a veces, un árbol puede enseñarnos más de lo que imaginamos.

FIN.

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