El árbol que quería volar


Había una vez en el bosque de Quebracho, un árbol llamado Ramón. Ramón era un árbol alto y frondoso, pero a diferencia de los demás árboles del bosque, Ramón soñaba con volar.

Todos los años, cuando llegaba el viento del otoño, Ramón veía a las hojas de sus compañeros danzar en el aire y anhelaba poder hacer lo mismo. "¡Ay, cómo me gustaría volar como ustedes, mis amigas hojas!" se lamentaba Ramón.

Sus amigos árboles siempre se reían de él y le decían que los árboles no podían volar, pero Ramón nunca perdía la esperanza.

Un día, una familia de lechuzas se instaló en una rama de Ramón y le contaron historias de su viaje hacia el sur, donde el viento las llevaba sobre las montañas y los valles. "¿Cómo hacen para volar?", preguntó Ramón impresionado.

Las lechuzas le explicaron que para volar, necesitaban tener alas, y que aunque los árboles no podían volar, podían ofrecer un hogar a muchas criaturas y ser fundamentales para el equilibrio del bosque. Ramón reflexionó y se dio cuenta de que, aunque no podía volar como las lechuzas, podía ser importante de otras maneras.

Decidió dedicarse a dar sombra a los animales, proveer frutos para los pájaros y cobijo para las ardillas. Así, Ramón encontró un nuevo propósito y se convirtió en un árbol muy querido en el bosque de Quebracho, aprendiendo que cada ser tiene su propia forma de ser especial.

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