El Árbol que Soñaba
Era una vez un hermoso árbol mágico que crecía en el parque del barrio. Sus hojas brillaban con colores vibrantes y sus ramas se extendían como abrazos. Los niños del barrio lo adoraban, y siempre se reunían a su alrededor para jugar y disfrutar de su sombra. Entre ellos estaba Lucas, un niño curioso y soñador.
Un día, mientras el sol brillaba en el cielo, Lucas se recostó bajo el árbol y cerró los ojos. Al instante, se sumergió en un mundo de sueños fantásticos donde los peces volaban y los dinosaurios hacían piruetas en el aire. Despertó con una sonrisa y no podía esperar para contarles a sus amigos.
- ¡Chicos, no se lo van a creer! - gritó Lucas, corriendo hacia donde estaban sus amigos Sofía, Mateo y Lía. - ¡El árbol tiene magia! ¡Podemos soñar cosas increíbles si nos recostamos en él!
Intrigados, sus amigos decidieron probar. Uno por uno, se acomodaron bajo el árbol y pronto se encontraron en un mundo lleno de colores y risas.
- ¡Miren, estoy volando como un pájaro! - exclamó Mateo, moviendo los brazos como alas.
- ¡Hoy soy una princesa guerrera! - dijo Sofía con una corona hecha de flores.
- ¡Yo tengo un dragón de mascota! - agregó Lía riendo.
Mientras los niños disfrutaban su magia, el árbol les habló. Sus ramas crujieron suavemente y una voz amable resonó.
- ¡Bienvenidos, mis pequeños amigos! Estoy aquí para que sueñen y sean felices. Solo los niños pueden compartir mis sueños.
Los chicos se miraron emocionados.
- ¡Esto es increíble! - dijo Lucas, abrazando el tronco del árbol.
- ¡Nunca quiero que esto termine! - gritó Lía, danzando alrededor del árbol.
Sin embargo, su alegría fue interrumpida por un sonido inesperado. Un adulto que paseaba por el parque había escuchado el murmullo del árbol.
- ¿Qué es esto? - musitó el hombre sorprendido, acercándose con una mirada curiosa y un tanto desconfiada.
Los niños, un poco asustados, se escondieron detrás del árbol. El hombre inspeccionó el lugar y, al ver el árbol, una idea apareció en su mente.
- Este árbol parece muy viejo. Tal vez debería cortarlo para hacer espacio para un nuevo camino...
Los niños, al escuchar esto, se sintieron tristes. Lucas decidió hablar.
- ¡Esperen! - gritó saltando delante del árbol. - ¡No lo corten! Este árbol es especial, nos permite soñar y ser felices.
El hombre lo miró sorprendido.
- ¿Cómo puede un árbol hacer eso?
- ¡Porque es mágico! - exclamó Mateo. - Nos habla y nos lleva a lugares increíbles. Solo los niños podemos ver y escuchar su magia.
El hombre quedó pensativo. No era común que escuchara a los niños así, hablando de magia.
- ¿De verdad? - preguntó, bajando un poco más la mirada hacia el árbol.
- Sí, por favor, no lo corten. - dijo Sofía. - Si lo hacen, perderemos nuestras aventuras.
Entonces, el árbol, con su voz suave, habló nuevamente.
- Amigo mío, cada sueño que he compartido con estos niños es un tesoro. Si me dejas estar, ellos aprenderán a soñar y a cuidarse unos a otros.
El hombre, conmovido por las palabras del árbol, se dio cuenta de que permitir que los niños soñaran era más importante que cualquier camino que pudiera construir.
- Está bien - respondió el hombre, sonriendo. - No los cortaré. Este árbol tiene un propósito y parece muy importante para vosotros.
Los niños estallaron en aplausos, saltando de alegría. Lucas, Sofía, Mateo y Lía rodearon al árbol, agradecidos.
- ¡Gracias, gracias, gracias! - gritaron al unísono.
El hombre se alejó, con una sonrisa en su rostro, sintiéndose un poco más niño también. Por su parte, el árbol sonrió, sabiendo que había hecho nuevos amigos que lo cuidarían con amor.
Desde ese día, el árbol continuó brindando sueños a todos los niños, enseñándoles la importancia de cuidar la naturaleza y de soñar sin límites. Cada vez que un niño se recostaba en él, un nuevo mundo de aventuras comenzaba.
FIN.