El Árbol Sabio de Villacolor
Érase una vez, en un pintoresco pueblo llamado Villacolor, donde la naturaleza florecía en su máximo esplendor. Allí había un árbol milenario, conocido como el Árbol Sabio. Sus hojas verdes brillaban como esmeraldas y su tronco era tan ancho que varios niños podían abrazarlo al mismo tiempo. El árbol no solo era hogar de numerosas aves y ardillas, sino que también era el lugar de encuentro de todos los habitantes del pueblo.
Una mañana, mientras los rayos del sol se colaban entre las ramas del árbol, un grupo de niños se reunió a su alrededor. Estaban encantados por las historias que el Árbol Sabio les contaba.
"- ¿Qué aventuras nos contarás hoy, Árbol Sabio? - preguntó Sofía, una niña curiosa de pelo rizado.
"- Hoy les contaré sobre los secretos de la flora y fauna que nos rodea - respondió el Árbol Sabio con una voz suave y profunda. - ¿Saben que cada planta y animal tiene una historia y un propósito?"
Los niños se sentaron en círculo, con los ojos brillantes, listos para escuchar. El Árbol comenzó a relatarles sobre las flores que crecían en el campo y cómo atraían a las mariposas, y cómo los pájaros migratorios viajaban grandes distancias para hacer de Villacolor su hogar en ciertas épocas del año.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano, los niños encontraron un lugar descuidado lleno de basura. Sofía hizo un gesto de angustia y dijo:
"- ¡Esto no puede seguir así! ¡Debemos hacer algo!"
Tomás, otro niño del grupo, asintió con determinación. "- ¡Sí! ¡No podemos dejar que nuestra hermosa naturaleza se deteriore así! ¿Qué podemos hacer?"
Decidieron compartir su preocupación con el Árbol Sabio, quien escuchó atentamente.
"- Queridos amigos, su amor por la naturaleza es admirable - dijo el Árbol -. Si desean hacer un cambio, deben involucrar a todo el pueblo. Juntos, pueden realizar una gran limpieza, pero antes, cuenten sobre la importancia de cuidar nuestro entorno."
Los niños se pusieron manos a la obra, creando carteles sobre la limpieza y distribuyéndolos por toda la escuela y el pueblo. Con cada palabra y dibujo, más y más vecinos se sumaron a la causa.
El día de la limpieza, Villacolor estaba lleno de entusiasmo. La comunidad se unió y todos, grandes y chicos, recogieron basura y plantaron flores.
"- ¡Mirá cuántas mariposas vienen a ver lo que hicimos! - exclamó Carla, una de las niñas, mientras observaba un hermoso espectáculo de colores danzando en el aire.
Después de un largo día de trabajo, se sentaron bajo el Árbol Sabio. Con alegría y satisfacción, celebraron su esfuerzo.
"- ¿Ves, Árbol Sabio? ¡Hicimos algo maravilloso! - gritó Sofía.
"- Lo hicieron excelente, pequeños guardianes de la naturaleza - respondió el Árbol con orgullo. - Esto es solo el comienzo. Recuerden siempre que cada pequeño gesto cuenta. Si todos cuidamos de lo que amamos, nuestro pueblo será un lugar aún más hermoso."
Y así, con el corazón lleno y una nueva misión en sus manos, los niños prometieron seguir cuidando de su hogar, inspirando a otros a hacer lo mismo. Ese día, Villacolor y el Árbol Sabio no solo se convirtieron en un símbolo de unidad, sino en un recordatorio de que la naturaleza siempre merece ser cuidada y respetada.
FIN.