El Arbusto Viajero


Había una vez una niña llamada Sofía, a quien le encantaba cuidar su jardín. Un día, al regar sus plantas, escuchó una voz suave provenir de un pequeño arbusto. Sorprendida, se acercó y el arbusto le habló: 'Soy un arbusto mágico y tengo un deseo: quiero caminar y explorar el mundo'. Sin dudarlo, Sofía le concedió su deseo, el arbusto se puso de pie y empezó a caminar. Sofía se alegró al verlo feliz y libre, pero se olvidó de regarlo.

Días después, al notar que el arbusto no estaba en su lugar, Sofía se preocupó y decidió buscarlo. Corrió a pedir ayuda a su padre, pero él, incrédulo, le dijo que los arbustos no caminan y que debía dejar de imaginar cosas. Determinada a encontrar a su amigo, Sofía salió a buscarlo sola.

A lo largo de su viaje, Sofía conoció personas amables y lugares maravillosos. A pesar de disfrutar de sus aventuras, la tristeza por la pérdida del arbusto siempre la acompañaba. Finalmente, tras superar muchos desafíos, encontró al arbusto, marchito y sin vida. Sofía lloró al darse cuenta de su error.

Entonces, recordó que su padre siempre la ayudaba a solucionar los problemas, así que decidió llevar al arbusto de regreso a casa. Cuando su padre vio al arbusto marchito, se sorprendió tanto que se desmayó. Al despertar, vio a Sofía regando con cuidado al arbusto, y se dio cuenta de la increíble aventura que habían vivido.

A partir de ese día, Sofía aprendió que la amistad y la responsabilidad van de la mano, y que los deseos y los sueños deben ser cuidados y protegidos. El arbusto, gracias a los cuidados de Sofía, volvió a florecer y juntos continuaron explorando el mundo, compartiendo su increíble historia con todos los que conocían.

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