El Arco Iris de Ayaviri



En un pequeño pueblo llamado Ayaviri, la gente siempre hablaba de un mágico arco iris que aparecía solo una vez al año. Todos los años, los niños esperaban ansiosos ese momento, ya que se decía que aquel que lograra tocar el arco iris podría realizar un deseo. Entre ellos, se encontraban dos amigos inseparables: Andrea y Antony.

Un día, mientras jugaban en el campo, Andrea le dijo a Antony:

"¿Te imaginas qué tan increíble sería poder tocar el arco iris este año?"

"¡Sí! Podríamos pedir que nuestros sueños se hagan realidad. Pero, ¿cómo haremos para alcanzarlo?" - respondió Antony.

Ambos decidieron que ese sería su objetivo para el gran día de la aparición del arco iris.

Llegó el día y el sol brillaba con fuerza. Los habitantes de Ayaviri se prepararon para admirar el fenómeno. Andrea y Antony estaban emocionados y no podían esperar más. Pero, mientras esperaban, algo inesperado ocurrió: un fuerte viento sopló y comenzaron a volar varios globos de colores.

"¡Mirá! ¡Los globos!" - gritó Andrea, señalando.

"¡Vamos a seguirlos!" - propuso Antony, entusiasmado.

Sin pensarlo dos veces, comenzaron a correr tras los globos. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que se habían alejado bastante del pueblo. Cuando miraron atrás, el arco iris ya comenzaba a aparecer en el cielo, pero ellos estaban lejos.

"¡Oh, no! ¡Mira, el arco iris!" - dijo Andrea, desilusionada.

"No podemos rendirnos. ¡Debemos encontrar una manera de llegar!" - respondió Antony con determinación.

Los amigos se pusieron a buscar una solución y pronto encontraron un viejo carrito de madera olvidado.

"Podemos usar esto para ir más rápido. ¡Ayudame a empujarlo!" - sugirió Andrea.

"¡Sí! Vamos a hacerlo juntos. ¡Nosotros podemos!" - acordó Antony.

Con esfuerzo, lograron empujar el carrito y comenzaron a avanzar hacia el arco iris. De repente, el carrito se detuvo.

"Noooo... ¿Qué pasó?" - exclamó Andrea.

"¡Parece que una rueda se rompió!" - dijo Antony mientras miraba el carrito.

"Eso no puede ser. ¡Tenemos que arreglarlo!" - Andrea se arrodilló a inspeccionar la rueda.

"¡Rápido, busquemos algo para solucionarlo!" - propuso Antony.

Cerca de ahí, encontraron una rama y algunos lazos de cuerda que podían usar.

"Esto servirá, ¡si trabajamos juntos, lo lograremos!" - dijo Andrea.

"¡Sí! ¡Vamos!" - exclamó Antony, lleno de esperanza.

Con ingenio y creatividad, lograron arreglar el carrito y continuaron su camino hacia el arco iris. Finalmente, cuando llegaron a la cima de una pequeña colina, el arco iris estaba justo frente a ellos, resplandeciendo con colores vibrantes.

"¡Lo logramos!" - gritó Andrea emocionada.

"¡Sí! ¡Mirá cuán hermoso es!" - respondió Antony, maravillado.

Aunque querían tocar el arco iris, se dieron cuenta de que no podían alcanzarlo. Pero entonces, un anciano sabio se acercó a ellos y les dijo:

"¿Por qué quieren tocar el arco iris, jóvenes?"

"Queremos hacer un deseo, por eso venimos hasta aquí" - contestaron en coro.

"No se necesita tocarlo para ver sus colores. A veces, la verdadera magia está en el viaje, en lo que aprenden y viven juntos. Ustedes ya aprendieron sobre la amistad, la colaboración y la perseverancia." - dijo el anciano con una sonrisa.

Andrea y Antony se miraron y comprendieron que el deseo ya se había hecho realidad: habían vivido una gran aventura juntos, y eso era lo más valioso.

"El arco iris siempre nos recordará este momento" - dijo Andrea, sonriendo.

"Y nuestra amistad siempre será el color más brillante en nuestras vidas" - concluyó Antony.

Con el corazón lleno de alegría, regresaron a Ayaviri, sabiendo que los verdaderos tesoros no se encuentran en los deseos cumplidos, sino en las experiencias compartidas y en los lazos que formamos con quienes amamos. Desde ese día, el arco iris se convirtió en un símbolo de su amistad, una hermosa lección que nunca olvidarían.

FIN.

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