El Arcoíris de Amistad



Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Coloreando, donde los colores eran más brillantes que en cualquier lugar del mundo. Allí vivían seis amigos muy especiales: Luz, que brillaba como el sol; Río, que era de un azul profundo; Fuego, que ardía con un rojo intenso; Verde, que traía la frescura de los bosques; Nube, que era suave y blanca como el algodón; y Tierra, que era de un marrón cálido y acogedor.

Un día, los amigos decidieron ir a visitar la fuente mágica del pueblo, un lugar donde se decía que los colores se podían mezclar para crear maravillas. Mientras caminaban juntos, empezaron a hablar sobre sus colores.

"Me encanta cómo brilla mi luz al amanecer", dijo Luz.

"A mí me encanta ser el río, siempre fluyendo y cambiando", agregó Río.

"Yo soy Fuego y me siento poderoso con mi calor", exclamó Fuego orgullosamente.

"La naturaleza me ama a mí, soy Verde y traigo vida a las plantas", dijo Verde con una sonrisa.

"Yo soy Nube, y aunque no soy colorida, me gusta compartir la sombra en los días calurosos", comentó Nube.

"Y yo, Tierra, sostengo todo lo que crece y creo un hogar", finalizó Tierra.

Cada uno de ellos estaba muy orgulloso de su color y lo único que querían era mostrarlo al mundo. Pero, cuando llegaron a la fuente mágica, vieron que algo extraño estaba sucediendo.

La fuente, antes llena de colores vibrantes, ahora era gris y apagada.

"¿Qué ha sucedido aquí?", preguntó Luz, mirando preocupada.

"No lo sé, pero no podemos dejar que siga así", dijo Fuego con determinación.

"Debemos averiguar por qué la fuente ha perdido su color", propuso Verde, lleno de curiosidad.

Los amigos se pusieron a investigar. Nube comenzó a volar por encima del pueblo y, tras un rato, regresó.

"He visto que los habitantes del pueblo ya no están usando sus colores. Todos se visten de gris y tienen miedo de mostrar sus verdaderos colores", contó Nube.

"Pero, ¿por qué?", preguntó Río, confundido.

"Creo que se sienten inseguros", dijo Tierra. "Tal vez piensan que no son lo suficientemente buenos o bonitos".

Los amigos decidieron que debían ayudar a los habitantes del pueblo a redescubrir sus colores y el valor de ser uno mismo.

"Vamos a organizar un festival de colores", sugirió Luz entusiasta. "Podemos invitar a todos a que muestren sus colores y talentos".

Los amigos se pusieron a trabajar. Prepararon decoraciones, eligieron música y organizaron juegos. Cuando el día del festival llegó, el pueblo estaba lleno de expectación.

"¡Qué nervios!", dijo Nube.

"No te preocupes, somos un equipo", respondió Tierra, dándole un suave abrazo.

Con cada actividad, los habitantes comenzaron a soltarse. Vieron cómo Luz iluminaba el lugar, cómo Río traía alegría con su música, cómo Fuego entusiasmaba a todos con sus juegos, cómo Verde decoraba el paisaje con flores brillantes, y cómo Nube hacía malabares en el aire.

Poco a poco, los habitantes comenzaron a recordar sus colores y a sentirse cómodos con sus diferencias. Algunos pintaron sus casas, otros se vistieron con ropas coloridas y todos comenzaron a sonreír.

Al finalizar el festival, los colores vibrantes volvían a inundar el pueblo. La fuente mágica, agradecida, comenzó a burbujear agua de todos los colores del arcoíris.

"¡Lo logramos!", gritaron todos juntos.

"Sí", dijo Luz, brillando más que nunca. "Juntos, somos más fuertes".

Desde ese día, en el pueblo de Coloreando, los habitantes aprendieron a celebrar sus diferencias, a mostrar sus verdaderos colores y a valorar cada aspecto de su personalidad. Los amigos, siempre unidos, recordaron la importancia de compartir la amistad y el valor de ser uno mismo, sin importar lo distinto que se sea.

Y así, la fuente de colores nunca volvió a apagarse, recordando a todos que la vida es un arcoíris cuando se vive con autenticidad y amor.

Fin.

FIN.

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